UNA GALLETA

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Veía su comida. Aunque su estómago rugía de hambre, sentía que sí tomaba algún bocado lo vomitaría. Solo bebió agua y lo demás solo lo veía hasta que Corio se sentó en la silla a su lado.

—¿Por qué te sientas a mi lado?—le pregunta Rose viéndolo interrogante.

—¿No puedo?—dice viéndola mientras desdobla un pañuelo azul.

—Nunca comes conmigo. Nadie lo hace, de hecho—le dice con los hombros levantados mientras lo ve esconder la comida viendo a todas partes. —¿Se lo llevarás a Lucy?

—¿No le llevarás a Wovey?—pregunta Corio para por fin verla.

—Te aprendiste su nombre—Rose sonríe por sus palabras.

—¿Qué te puedo decir? Tengo una buena memoria—contesta sonriendo.

—Le debo una galleta, la última se le cayó—dice mientras sigue el ejemplo de Corio y desdobla el pañuelo azul cuando llega Sejanus a cuestionarlos.

—¿Van a engordar a esas pobres niñas para poder ganar apuestas, o convertirlas en payasos?—Rose ni siquiera reaccionó ante eso, sabía que los iba a criticar.

—¿Crees que les darán tan siquiera unas migajas si no les damos una ración para a hacerlo? ¿Cómo crees que tu tributo ganará si no a comido?—le pregunta Corio. Eso pareció una invitación para Sejanus a sentarse.

Rose soltó un suspiro de cansancio. Ellos dos nunca se sentaban con ella a la hora de la comida. Ahora se sentía rara. Ni siquiera prestó atención a su conversación, era Sejanus mostrandose imprudente por su posición y el tributo que le tocó lo conocía desde antes, ya tenía muchos problemas... Como las chicas del comedor que la veían con tanto odio. Estaba en la misma mesa que Corio, y aunque este no se diera cuenta, tenía muchas chicas tras su apellido.

Esa era la razón por la que se limitaba con Corio, por eso no comían juntos...

—¿Ya nos vamos?—les dice viéndolos mientras guardaban la comida.

—¿Tienes mucha prisa?—le pregunta Corio.

—No me molesta ser el centro de atención, pero mira a tu alrededor. Todas me ven como si estuviera robando—le responde recargándose en la mesa.

—¿Qué te estás robando exactamente?—pregunta Sejanus, haciendo reír a Corio. Rose estaba fastidiada de ellos dos. De un día a otro estos dos le estaban hablando demasiado, como si fueran verdaderos amigos.

Corio fue claro, solo le hablaba por Tigris y Sejanus era demasiado tímido como para hablarle a solas, tenía que haber alguien más para que pudiera desenvolverse, y como Rose no tenía amigas, nunca llegó a hacer una conversación. Ahora le están hablando, incluso hacen chistes. Se sentía muy rara.

Los tres caminaban hacía el zoológico y ahí fue donde se separaron. Wovey en cuanto vio a Rose corrió a donde estaban los barrotes.

—¡Rose!—gritó la niña saludándola con la mano. Rose también contestó el gesto.

—¡Hola!—dice Rose llegando a la reja, se pone en cuclillas para estar a la altura de Wovey. —¿Tienes hambre? Te traje algo—le dice Rose.

—Gracias. Bobbin, ven—le dice a su compañero de distrito. El niño no estaba muy seguro de ir, pero el hambre puede que lo llevara a ese acto desesperado.

Había dos pedazos de sandwich y un par de galletas, también había unos panecillos deliciosos que podrían quitarte el hambre todo el día. Los niños se sientan con piernas cruzadas en el suelo junto a Rose. En ese momento, viéndolos comer tan apasionadamente le hizo agua la boca, casi podía escurrir la baba.

LAS ESPINAS EN LAS ROSAS | Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora