Capítulo 13

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—Mm...—.

Wendy besó a Rosé con necesidad tomando su cuello para que no escapara. Quiso sentarse a horcajadas sobre sus piernas pero un objeto en el bolsillo de la bata de la doctora le incomodaba. Tanteó con su manos para ubicarlo y sacarlo del camino.

—¿Qué es esto?—la enfermera se separó del beso al ver el extraño artilugio.

—Dámelo—lo arrebató de sus manos.

—Está bien no tienes que
alterarte...—susurró intentando volver a besarla.

—Wendy ahora no—la cirujana la detuvo y la apartó con delicadeza—Lo siento, realmente no estoy de humor
hoy—.

Levantándose de la silla terminó de alejar a la auxiliar de su cuerpo. A lo que la chica puso una cara de indignación.

—No lo tomes personal, es genial y todo eso...—la pelirubia tomó las radiografías de su escritorio y se dirigió a la
puerta—Pero creo que mejor lo dejamos para otro momento—.

—E-eres horrible, ¿lo sabías?—gruñó la jóven a su espalda.

Esto hizo que Rosé se detuviera en el umbral de la puerta rodando los ojos sin
voltear a mirarla.

—Sabes cuanto me has gustado todo este tiempo y aún así te acuestas con
todas—su voz se hacía cada vez más fuerte—¿Y ahora también me
rechazas?—.

Se acercó a la cirujana y tomó su mano para hacerla girarse.

—De verdad me gustas, ya no quiero ser solo un juguete con el que matas el tiempo—intentó mirarla a los ojos pero la doctora tenía la vista clavada en el piso—¿Es tan difícil darme una oportunidad de ser algo más para ti?—.

—Pensé que teníamos un acuerdo antes de empezar con esto—suspiró la pelirubia mirando por fin a su acompañante—No puedo darte amor que no tengo, y tu no puedes
exigírmelo—.

La frustración era más y más evidente en la cara de la enfermera con cada palabra que pronunciaba la cirujana.

—Aparte del sexo no puedes esperar nada más de nosotras—sentenció con seriedad la cardióloga—Si estás bien con ello, disfrútalo, y si no... vete—.

Tensando la mandíbula y apretando los puños la auxiliar no pudo decir nada para rebatir ese argumento.

—Confío en que entiendes mi
posición—finalizó la galeno saliendo de su oficina cerrando la puerta detrás de sí.

[...]

—Huhg...—.

Una repentina presión en el pecho se apoderó de Jennie haciéndola respirar con dificultad mientras caminaba por la calle.

—Agh—se quejó apretando su
camisa—Maldición... está pasando de nuevo—.

Apoyó el cuerpo de un muro tratando de estabilizar su respiración. Buscó con la mirada un lugar para sentarse y recomponerse, por suerte divisó un banco no muy lejos y como pudo llegó a él.

—¿Ya necesito la medicina?—jadeó rebuscando en su bolso—Es demasiado pronto...—.

Sacó a duras penas el estuche con sus pastillas, agarró las que necesitaba y devolvió las demás a su bolso. Las puso en su boca pero en el apuro y con el dolor soltó la botella de agua.

—M-mierda—gruñó.

Intentó estirarse para tomar el pote de nuevo pero le estaba costando respirar y su visión estaba volviéndose borrosa.

—Aquí tienes—dijo un chico con voz amable extendiéndole la botella.

—Gracias—respondió apenas consciente.

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