Capítulo 42

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Rosé entró en el departamento con la cabeza baja, sus pensamientos la atormentaron toda la tarde y había llegado a un punto de quiebre. Levantó la mirada oscurecida, necesitaba con urgencia drenar todo lo que la invadía.

—Bienvenida...—fue lo único que logró escuchar antes de abalanzarse sobre su contraria.

Ahogó las palabras de esta con sus labios, besando frenéticamente esa boca hasta que sólo podía percibir jadeos y gemidos provenientes de su interior. La víctima de su arrebato intentaba articular algo pero la lengua de la pelirubia no se lo permitía, simplemente no le daba tregua a esa húmeda batalla de labios ni siquiera para respirar. Levantó a su compañera en brazos obligándola a enganchar las piernas a sus caderas, avanzó llevándola a cuestas hasta el comedor donde tiró todo al piso y la dejó caer suavemente de espaldas. 

De un movimiento la cirujana apartó la vestimenta de esta dejando al descubierto su torso desnudo. Con una mano la doctora apretó los senos de su contraria y con la otra bajó directo a la entrepierna invadiendo su intimidad, mientras seguía volcando todas su frustraciones en esos besos desesperados. Finalmente rompió el beso sólo para enfocarse en devorar el otro pecho que su mano había dejado libre.

—M-mh... ¡a-ahh!... e-esp...—jadeó con dificultad la receptora del ataque—Ah R-rosé... d-dentente... ¡mhn!.. ¡p-por favor!—.

En ese momento la galeno entró en razón y se apartó. Quedó paralizada al darse cuenta de lo que estaba haciendo, al notar la respiración entrecortada del cuerpo bajo ella que mantenía inmovilizado.

—Mierda...—liberó el agarre—Y-yo... l-lo siento—se llevó las manos a la
cabeza—Jennie lo siento—.

—¿Qué sucede?—se incorporó la castaña acomodando su ropa—¿Qué es lo que te molesta?—tomó entre sus manos la cara de Rosé—La última vez que te comportaste tan raro terminaste en prisión... por favor, confía en mi...—.

—J-jenn—la abrazó con fuerza entre sollozos—Lo siento...—.

[...]

—Que agradable sorpresa, Dra.
Song—sonrió Lisa con malicia—Debo asumir que no vino sólo a saludar...
¿o si?—.

Yuqi tragó fuerte y desvió la mirada. No tenía idea de que estaba haciendo allí parada en primer lugar. Se sentía como una presa indefensa pero hacía todo lo posible por no demostrarlo, aunque estaba más que segura que la directora podía percibirlo fácilmente.

—Bien, no nos haré perder el
tiempo—dijo la anfitriona encaminándose a su habitación—Ven... o puedes retirarte de una vez—.

A regañadientes la castaña siguió a su jefa hasta la recamara principal, camino que ya conocía. Lisa rebuscó en uno de los múltiples armarios, escogió un par de cosas y la dejó en la cama frente a la doctora.

—Esto es para ti—sonrió de lado—No tienes nada que temer, prometo que no tendrás nada más que diversión... me aseguraré de que no sea más de lo que puedas soportar—.

Apretando la mandíbula la internista examinó en silencio las prendas sobre el colchón aún si creerse lo que estaba a punto de hacer.

—¿Quieres que te ayude a
ponértelo?—bufó divertida la jefa—O puedo dejarte a solas un momento si te sientes algo... tímida—.

—Ja... no, está bien—afirmó la chica tratando de no dejarse intimidar—No es como si no me hubieses visto desnuda
ya—comenzó a desvestirse.

De a poco y bajo la intensa mirada de su superior,  la castaña fue remplazando su vestimenta por toda la indumentaria de cuero negro adornado con detalles metálicos en lugares estratégicos. Ajustadas correas cruzaban varias partes de su cuerpo antes de unirse a una diminuta tanga y al sujetador que dejaba parcialmente los pechos al descubierto. Por último se colocó el collar y un par de muñequeras rígidas pero afelpadas por dentro.

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