Capítulo 59

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—Lisa... ¿por qué?—un tinte de profunda decepción envolvió la voz de Rosé—¿Qué demonios pudo haberte hecho tan cruel?—la observó con incredulidad y esta sólo sostuvo la mirada tensando la mandíbula—Aunque no terminaras ejerciendo, fuiste a la escuela de medicina conmigo... dios, pensé que ambas sabíamos que ayudar a las personas es el punto de trabajar en este campo—le recriminó—Pero tú... tú elegiste jugar con la vida de alguien indefenso que no podía defenderse, sólo para tú beneficio—.

Simplemente no podía creerlo, la pelirubia estaba consiente de que su ex no era una inocente palomita, pero jamás imaginó hasta donde era capaz de llegar. Caminaba de un lado a otro con la mano en la frente tratando de procesar las cosas.

—¿Sabes que?—se volvió seria nuevamente la galeno hacia su
jefa—Todo esto... lo que haz hecho, tú forma de ser tan retorcida, simplemente me supera... haz cambiado demasiado. Ya ni siquiera te reconozco—.

—¿He cambiado?—respondió en tono irónico—¡¿Y de quién crees que es la culpa?!—espetó sulfurada—Tuya, Roseanne... tú haz sido la razón de todo lo que he hecho hasta ahora—.

—Realmente me odias ¿no?—preguntó resignada. A estas alturas ya la cirujana no se sentía con ganas de
discutir—Lisa, si no vas a sacarme de tú vida, yo te sacaré de la mía... es todo lo que tengo que decirte—sentenció terminando de abrochar su pantalón y acomodar su chaqueta para irse.

—¿A dónde crees que vas? ¡tú y yo tenemos un trato!—la directora se interpuso en su camino—¡No te atrevas a irte!—.

—Sí, un trato que ahora está
anulado—la apartó—¿Sigues pensando que voy a buscarte para que me ayudes con lo de Jennie ahora que sé que tú fuiste la causante de todo?—.

—Yo soy la única a la que puedes
recurir—gruño Lisa agarrando a la cardióloga por el cuello de la
chaqueta—¡Y vas a rogar por mi
ayuda!—.

—SUEL-TA-ME—enmarcó cada sílaba con seriedad tomando una de las muñecas de su jefa—No sabes lo difícil que está siendo para mí el controlarme para no repetir lo que pasó la última vez...—.

Lisa tragó saliva y dió un paso atrás.

—Por cierto, mañana entrego mi renuncia...—fué la estocada final de la doctora para hacer que su superior se desquiciara.

—¡No!—la volvió a agarrar pero esta vez de los brazos—¡¿Crees que puedes salirte de esto tan fácilmente?! ¡ni creas que puedes escapar de mi,
Roseanne!—despotricó fuera de sí—¡Te recuerdo que no es lo peor que puedo hacerle a ese ratoncillo enfermizo!—.

Nada más oír esas palabras la pelirubia abandonó la poca paciencia que le quedaba y perdió el control retrocediendo el brazo con el puño apretado. 

—¡Rosé no!—gritó Yuqi llevandose las manos a la cara.

Lo siguiente que se escuchó fué un golpe seco y el sonido de cristal rompiéndose. Lisa quedó petrificada debido a lo cerca que pasó la mano de la doctora de su cara, lentamente giró su mirada siguiendo el brazo de su contraria y vió consternada como el puño había impactado en una foto enmarcada que había en la pared.  El cristal que cubría la misma se había roto y algunos de los trozos habían logrado cortar la piel de la cirujana.

—R-rosé ¿qué haz...—titubeó con voz temblorosa la superior cuando vió la sangre chorrear.

—Esto es lo que querías
¿verdad?—retiró el brazó disimulando la mueca de dolor—Que yo vea, que yo sienta las cosas desde tú perspectiva... el dolor y la pérdida...—gruñó mostrando sus heridas—¡¿Estás satisfecha?! ¡¿ya estás contenta?!—se acercó con la mirada enardecida—¡¿Ya puedes terminar con toda esta mierda?!—Lisa retrocedió chocando con la pared—Solía pensar que yo era la culpable por lo que te sucedió y nunca me perdoné por
eso—bajó el tono de su voz—Por haberte lastimado, por haberte hecho
así...—acaricó la mejilla de su
contraria—Pero ya no lo hago. ¿Quieres saber por qué?—la acorraló dejando sus labios a centímetros del oído de su superior—Porque ahora sé que es exactamente lo que te mereces...—.

Se alejó dirigiendose a la salida y mirando a Yuqi quien de inmediato siguió a su colega.

—N-no te vayas...—susurró la
directora—Yo... ¡yo te amo! ¡tú eres lo único que verdaderamente he querido, Rosé!—soltó desesperada—He tratado de olvidarte, de reemplazarte, de verdad que lo he hecho... pero nada nunca ha hecho que me olvide de ti—.

—L-lisa—Yuqi la miró con una mezcla de lástima y pena.

—¡Haré lo que sea con tal de recuperarte!—insistió la superior suplicando—¡Incluso si eso significa perder todo lo que tengo!—.

—Mhm—resopló la pelirubia con una fingida risa y se volvió a mirarla—No... tú nunca me amaste. Nunca haz amado nada que no sea a ti misma... lo único que te hace feliz es tener a alguien a quien pisotear—por primera vez los ojos de Lisa se cristalizaron—Eso fué todo lo que fui para ti...—la voz por poco se le quebró—Sabes que es imposible que algo funcione entre nosotras, así que por favor no empeores más las cosas de lo que ya están—suspiró—Nos lastimamos la una a la otra y ambas tenemos heridas para demostrarlo... todo lo que te pido es que este dolor quede entre las dos, nunca vuelvas a utilizar esto como excusa para lastimar a alguien más...—.

Fue lo último que dijo, la directora quedó desarmada e incapaz de argumentar nada más. Tanto Rosé como Yuqi abandonaron el lugar y bajaron juntas en el ascensor.

—¿Quieres que vayamos al
hospital?—preguntó la castaña señalando la mano ensangrentada de su compañera.

—Estoy bien—aseguró—Aunque dudo que pueda conducir así—.

—¿Te acompaño a pedir un taxi?—.

—No, tranquila—negó amablemente saliendo del ascensor cuando este se abrió—Llamaré a alguien—.

—¿Estás segura?—levantó una ceja la internista algo dudosa.

—Sí, tú adelantate... ya es tarde—.

—Avísame sí necesitas algo, ¿si? y ve a curarte esa mano—dijo esto último en tono de regaño—Lamento todo lo que pasó, Rosé, en serio...—bajó la mirada apenada—Adiós—.

—No fué tú culpa, sólo fuiste una víctima más, Yuqi—sonrió con resignación la cirujana—Adiós, luego nos vemos—.

Las castaña salió del edificio mientras Rosé buscaba su teléfono y marcaba un número en particular al que no quería tener que recurrir por en el fondo lo necesitaba más que nunca.

—H-hola...—titubeó—¿Puedes venir por mi? no puedo conducir en este
momento—rodó los ojos ante la respuesta—Sí, ya sé que no eres mi chófer... no, no estoy borracha... t-te necesito—confesó—Te envio mi ubicación, sí, gracias—.

Apróximadamente diez minutos después de esa llamada, un auto se estacionó afuera y vió a esa figura femenina descender de él, rió por un momento al ver su cara malhumorada. Caminó hasta la entrada para ir a su encuentro.

—O-oye... ¿q-qué te pasó?—preguntó precupada al ver la sangre y su aspecto desprolijo en general.

Rosé se quebró y la abrazó sollozando.

—Jisoo...

—Jisoo

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