Capítulo 30

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"En este momento, se siente como si el tiempo se hubiese detenido. Silencio roto sólo por nuestras respiraciones. Lo único en lo que estoy enfocada ahora... es en la frágil figura de esta chica frente a mi".

Luz tenue en la habitación proveniente de la lámpara en la mesita de noche dibuja débilmente la silueta de Jennie sobre Rosé en la orilla de la cama. Los delicados dedos de la Jennie se enredan con timidez en la larga cabellera rubia de su compañera conforme se va haciendo más intensa la danza de sus labios. Una de las manos de la doctora toma la mejilla de la menor suavemente en el afán de profundizar ese beso que las tiene embriagadas. Dulce contacto de lenguas que luchan y se acarician mutuamente arrancando jadeos de sus dueñas.

Se separan sólo para recuperar el aliento. Esta vez el tentador cuello parcialmente escondido entre mechones oscuros pasa a ser el objetivo de la cirujana, quien tras apartar con cuidado el cabello de la castaña pasó a devorarlo sin miramientos. Rosé ya se había dado cuenta que esa zona parecía ser particularmente sensible en Jennie, por lo que le dedicó especial atención besando, lamiendo y chupando con destreza. 

"El sabor de su cuerpo es tan dulce y acogedor...". 

—Mhm... D-doctora—jadeó la castaña presa de las sensaciones que la embargaban—E-esto es...—.

—Por favor, ya deja de decirme
doctora—susurró en su oído con voz ronca—Usa mi nombre... Rosé...—lamió su lóbulo provocando que la piel se le erizara—Esto no es el hospital... y ahora estamos a solas—mordió suavemente el cuello de la jóven.

—A-ah... Rosé—gimió involuntariamente apenándose por completo.

—Buena chica—sonrió con
ternura—Eres adorable—besó su
frente—Y a la vez, tan malditamente hermosa y sexy...—. 

Nuevamente volvió a apoderarse de sus labios con hambre y el más puro deseo. Rodeó la cintura de la chica y girando su cuerpo provocó que esta se tumbara de espaldas en la cama. Ya no había vuelta atrás, se necesitaban, sus cuerpos pedían a gritos pertenecerse. Entre besos la galeno desató el nudo que mantenía cerrada la bata de la menor para desnudar aquella hermosa figura, lo hizo despacio apartando la tela con cautela, estudiando la reacción de Jennie, quien no opuso ninguna resistencia. Cada centímetro de piel que iba quedando al descubierto la maravillaba como si nunca antes hubiese sido testigo de tanta belleza. Cuando por fin se deshizo por completo de la prenda, involuntariamente la castaña intentó cubrirse cerrando sus brazos.

—¿Por qué te escondes?—sonrió Rosé a la vez que se quitaba su propio albornoz.

—N-no lo sé—desvió la mirada la menor tímida incapaz de ver fijamente el cuerpo desnudo de su contraria—Me da pena—.

—No seas tonta—besó sus labios.

Sujetó ambas manos de la jóven y las pasó por encima de su cabeza inmovilizándola para dejar totalmente expuesta y vulnerable toda su anatomía.

—Eres hermosa Jennie...—.

La abrazó buscando su boca, juntando sus pieles desnudad. El roce entre sus pechos las estremeció a ambas. 

—Prometo tener cuidado—aseguró la pelirubia con voz gentil viéndola fijamente.

Tímida mirada pero con destellos de deseo incandescente, eso era lo que observaba la cirujana en los ojos de su contraria. Con un dedo acarició desde el mentón, bajando por el cuello y el centro del esternón, desviándose hacia uno de sus pechos envolviéndolo por completo en su mano, masajeándolo y disfrutando del suave tacto de este. Por su parte Jennie se vió extasiada por ese flujo de sensaciones que se producían en su cuerpo gracias al contacto de la doctora, era algo completamente nuevo para ella.

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