Capítulo 48

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—Disculpen...—Jimin se asomó a la habitación de Jennie—Dra. Park, ¿podemos hablar un momento?—.

—Ah, si, claro—salió la cirujana rápidamente.

Cuando estuvieron afuera y lo suficientemente lejos de la entrada del cuarto el rubio finalmente se atrevió a hablar.

—E-el... el donante de Jennie fue remitido al centro médico sudeste—.

—¡¿Qué?!—se exaltó la galeno—¡¿A qué te refieres con que fue remitido?! ¿q-qué sucedió? ¡Jennie era la primera en la lista!—.

—L-lo siento pero no se mucho al respecto—dijo nervioso el doctor—La directora me acaba de notificar hace unos minutos, dijo que había un paciente con mayor tasa de compatibilidad con el donante allá—.

Al escuchar eso Rosé enloqueció de rabia e impotencia, salió disparada en dirección a la oficina de su superior, por un momento casi olvida que no se debe correr por los pasillos de un hospital.

"Realmente cruzaste la línea, Lalisa Manoban".

Chispas parecían brotar de su mirada colérica, resoplaba cual toro salvaje apretando los dientes. Miyeon que se encontraba hablando con Ryujin en su escritorio la vió acercarse a toda velocidad y sintió que estaba teniendo un deja vu.

—Oh, por favor no de nuevo—llevó sus manos a la cabeza la pobre secretaria.

—¿Qué pasa?—volteó la enfermera para encontrarse con la mirada asesina de la pelirubia a lo lejos—Wow, ¿por qué está tan molesta la Doctora?—.

—No lo sé, ¡pero ve a detenerla o me va a despedir!—empujó Miyeon a la castaña poniéndola como escudo.

—¡¿Qué?! ¡tú detenla, es tú trabajo!—se apartó del camino de la cirujana.

—¿Estás loca?—cuchicheo escondiéndose tras su escritorio la
jóven—¿No viste la mirada que tenía? daba más miedo que la propia
directora—.

Ignorando por completo a las dos chicas, Rosé pasó de largo y sin detenerse golpeó la puerta ingresando sin más.

—¡LALISA!—gruñó fuera de
sí—¡Explícamelo en este
instante!—exigió—¿De qué va esta mierda? ¡se suponía que ese corazón era para Jennie! ella es la receptora de máxima prioridad—apretó los puños intentando controlarse—¿Por qué lo derivaste al centro sudeste?—.

Apoyando la mejilla en la palma de su mano la directora permanecía serena y estoica, todo lo que hizo fue levantar la ceja.

—Vaya—bufó finalmente—Eso fue más rápido de lo que había previsto—rodó los ojos—Estoy segura de que Jimin te lo debe haber explicado, pero tal y como le dije a él, hay otro paciente con mayor compatibilidad con el donante
allá—salió de su asiento la pelinegra para rebuscar unos papeles en el archivo de
su oficina—Lamentablemente es mi trabajo como directora tomar este tipo de decisiones... te haría bien no tomar este asunto como algo personal, Dra. Park—.

Ganas de agredir físicamente a su superior no le faltaban a la cirujana, pero sabía que no resolvería nada de esa manera, después de todo Lisa era la que tenía el poder sobre ese hospital. Se quedó mirándola con odio, dudando de cada una de sus palabras.

—Tengo una prueba si quieres darle un vistazo...—levantó la carpeta que sacó del archivo la jefa—Todo lo que hago es ceñirme al protocolo—sonrió—Este lugar no es más que un subsidiario del centro sudeste, y mientras yo esté a cargo de ambos hospitales, no puedo poner es riesgo a mis pacientes sólo por un capricho tuyo—siseó cual serpiente venenosa—Sé que no me crees así que aquí tienes la evidencia...—acercó el documento a su contraria—No voy a caer tan bajo como para no darte esta información—.

A regañadientes la galeno arrebató los papeles de las manos de su ex pareja. Los miró con detenimiento y repentinamente sintió como el mundo se le venía encima. Lisa no mentía, los exámenes lo demostraban.

—Maldita sea...—susurró apretando las hojas entre sus dedos la pelirubia.

—¿Lo ves?—se encogió de hombros la pelinegra y Rosé la miró entrecerrando lo ojos—¿Qué?—arqueó una ceja ante la mirada fulminante de su contraria—¿No irás a acusarme de algo, o si?—.

Silenciosamente la cardióloga devolvió la carpeta tragándose sus frustraciones.

—Hay una forma de resolver esto si insistes en hacerlo personal...
Rosé—musitó con una leve sonrisa cínica la superior, en un tono tan bajo que la cirujana no alcanzó a
escuchar—Entiendo como te sientes créeme—fingió empatía—Tener tantas esperanzas, sólo para que sean aplastadas—por un momento su voz tomó un tinte resentido pero rápidamente lo cambió—Es sólo parte de la vida...—.

—¿Qué es lo que quieres,
Manoban?—resopló Rosé perdiendo la paciencia.

—Mmm...—hizo el ademán de
meditar—Creo que podría ayudarte con una única condición, que dejes este hospital y te transfieras el centro
sudeste—sonrió encarando a su contraria—No me será tan difícil encontrar otro corazón para tú noviecita... ¿qué dices?—posó su índice derecho acariciando el pecho de la doctora—¿Estás de acuerdo con esos términos y condiciones, querida?—.

Ni bien el guante de la pelinegra hizo contacto con su ropa, Rosé agarró esa mano apretándola con fuerza, tanta que la directora hizo una mueca disimulada de dolor.

—Estoy plenamente consciente de la clase de influencia y autoridad que tienes en tú posición, Lisa—bramó en tono amenazante la cirujana sin soltar su agarre—Será mejor que no te atrape haciendo algo turbio o me las vas a pagar—advirtió apretando con más fuerza.

—Adelante Rosé, termina lo que comenzaste hace tanto tiempo
atrás—espetó destilando
veneno—¡Hazlo!—chilló despojándose del guante y dejando al descubierto esa cicatriz que las marcaba a ambas por igual—A diferencia de ti, un fracaso como yo ya no necesita precisión quirúrgica en estas manos—.

—¿De qué demonios estás
hablando?—soltó de golpe la mano de la directora—¡¿Qué te hace pensar que yo quise esto en primer lugar?!—calmó como pudo sus emociones la
pelirubia—Sabes muy bien que eso fue un accidente. N-nunca...—suspiró dándole la espalda—Nunca tuve la intención de herirte, Lisa...—la voz le tembló un poco—Sigo culpándome por eso, me he arrepentido toda mi vida de lo que paso ese día, tanto como probablemente lo has hecho tú—tragó fuerte—Si quieres desquitarte con alguien, hazlo conmigo, pero deja a Jennie fuera de esto... por
favor—suplicó.

—¿Eso es todo lo que tenía que decirme, Park?—murmuró la superior con tono indiferente—Si es así por favor retírese, tengo trabajo que hacer—.

Sólo por esta vez, la cirujana decidió que lo mejor era obedecer lo que le ordenaron, así que se retiró sin decir nada más, cerrando la puerta tras de sí. Cuando se quedó sola Lisa volvió a su silla como si nada, agarró su pluma y comenzó a revisar la interminable pila de documentos que residían sobre su escritorio. Se encontraba firmando uno de estos cuando repentinamente perdió el control garabateando frenéticamente sobre aquella hoja indefensa, descargando toda su ira, arrugó el papel y lo lanzó contra la pared.

—¿Culpa? ¿arrepentimiento? ja...—rió irónica—¡¿Qué demonios vas a saber tú de eso?!—golpeó la mesa con los puños y derribó la montaña de papeles en un arrebato de furia.

"¡Me das asco!, te odio Roseanne... te odio y desprecio cada onza de felicidad que queda en tu vida...".

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