Capítulo 17

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"A nosotros las personas, no nos gusta esperar... esperar para nosotros es una tortura, una muy aburrida".

Jennie apreciaba el hermoso paisaje desde el balcón, la fresca brisa de la mañana y los rayos de sol acariciaban su piel mientras tomaba una taza de té.

"Aun así hay excepciones donde estamos dispuestos a hacerlo".

—Ya regresé—se escuchó la puerta principal abrirse.

"No, mejor dicho, donde perderíamos el tiempo alegremente haciéndolo...".

—Bienvenida a casa doctora—le sonrió la castaña yendo a su encuentro.

—Uugh, estoy demasiado cansada—se quejó la pelirubia dando pesados
pasos—Hoy tuve una operación de diez horas, mis pies me están matando en este momento—.

—Oh, jaja... casi pensaba que tú fatiga era a causa de tu rutina de caza
mujeres—bromeó con sarcasmo la menor.

—He estado metida en la sala de operaciones por dos días seguidos, ¿crees que he tenido tiempo para
eso?—tiró su bolso en el piso y el celular en la mesita de la sala—Además, siempre termino con los casos más complicados y de mayor riesgo—frotó sus sienes—Todo lo que quiero es dormir, ya mismo—.

—Oh vamos, estarás bien—dijo la jóven desde la cocina sirviendo un vaso de jugo—Después de una o dos lindas mujercitas claro...—.

—No me importa ninguna linda mujercita en este momento—se dejó caer en el sofá—Sólo tomaré una siesta justo aquí, ni siquiera alcanzo a llegar a la cama—.

—Ten, toma un poco de jugo—la chica dejó el vaso sobre la mesa—Eso te refrescará—.

—Si, gracias...—susurró con los ojos cerrados y el cuello extendido por completo sobre el borde del mueble dejando su cabeza reposar.

"Algunas cosas realmente merecen la pena esperar...".

Acercándose tímidamente, la castaña pudo apreciar lo apacible de la expresión de Rosé. Era la primera vez que la veía dormir, por lo que esa expresión de completa tranquilidad era algo nuevo para ella.

—¿Doctora?—la llamó en un tono muy bajo—¿Sigues despierta?—.

Al no recibir respuesta, esta no dudó en aproximarse aun más para tener una mejor visión de esa fascinante escena. De manera involuntaria llevó su mano hacía aquel rostro de porcelana, necesitaba sentir si realmente era tan suave como se veía.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo?—musitó la pelirubia sin abrir los ojos.

Aquella mano se congeló a centímetros de hacer contacto con la piel de la cirujana y luego se retiró bruscamente. Un intenso color rojo se apoderó de las mejillas de la castaña, su vergüenza sólo era equiparable a la indignación que crecía al darse cuenta de que había sido timada. 

—U-uhm... puede que pensara estrangularte...—sonrió tensa con el ceño fruncido—Como venganza por lo que me hiciste el otro día—.

—Mm...—entreabrió uno de sus ojos la doctora.

Repentinamente Rosé tomó la muñeca de la menor tirando de ella de manera que esta inevitablemente terminó colapsando sobre su cuerpo.

—Jajaja, ¿realmente crees que puedes estrangularme con tus pequeñas manitas?—se burló divertida—Apuesto a que ni siquiera puedes aplastar una hormiga apropiadamente con estas manos—.

—¡¿Quieres apostar?!—gruñó Jennie tratando de verse amenazante y que no se notara lo nerviosa que estaba.

—Shh... no te muevas—la pelirubia la rodeó con sus brazos.

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