Capítulo 5

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"Aunque nuestros corazones trabajen mediante control involuntario, desconectados del pensamiento consciente... es posible estimularlo mediante la liberación de hormonas causada por factores externos. Cosas como la felicidad, la sorpresa, el miedo, son emociones que aceleran el pulso cardíaco. Y este tipo de estimulación por supuesto, incluye el sexo...".

—A-ahh...—.

Gimió sonoramente la chica castaña de melena corta que se encontraba sobre Rosé cuando la doctora mordisqueó su pezón duro y excitado. La pelirubia recostada del espaldar de la cama tenia libre acceso al cuerpo de su compañera, aprisionando la cintura de esta con sus manos, devoraba sus senos arrancando múltiples jadeos.

Bajó lentamente la mano hasta la entrepierna de la castaña sintiendo la humedad que le producían sus besos. Dibujó pequeños círculos tentando el centro de placer de su amante.

—Parece que lo estas
deseando...—mustió Rosé dedicándole una sonrisa perversa.

—Cállate y penétrame de una
vez...—exigió la joven intoxicada de lujuria.

La sonrisa se borró la de cara de la cirujana, en lugar de eso se mordió los labios y un brillo depredador se apoderó de su mirada. Sin hacerse de rogar obedeció las suplicas de su contraria deslizando con avidez dos dedos en su interior a lo que la chica arqueó su espalda por el repentino golpe de placer.

—Mhgm... s-si justo ahí...—gruñó complacida.

Con movimientos rítmicos la galeno entraba y salía estimulando desde su centro a esa hermosa gatita que maullaba de gozo al ritmo de sus invites. La pequeña fierecita enredó sus dedos en el cabello de la pelirubia al sentirla apoderarse de su cuello con intensos besos.

—M-mierda...—se estremeció cuando Rosé intensificó el ritmo—¡A-ah! ¡n-no te detengas!... estoy apunto de...—.   

Fue incapaz de terminar la frase pues un shock de eléctrico de placer invadió todo su cuerpo haciéndola tensarse y temblar, sus uñas se clavaron en la espalda semidesnuda de la cardióloga ahogando un grito.

Cuando recuperó el control de su cuerpo la castaña se desplomó sentándose al lado de la doctora. Tomo un cigarrillo de su mesa de noche y lo encendió.

—Uff... acabaste conmigo—dijo aspirando el humo.

—Tengo que irme—Rosé se puso de pie y tomo su pantalón del piso.

—¿Tan pronto?, ¿por qué no te quedas a dormir?—.

—Uhm...—hizo un gesto leve de desagrado por el humo del
tabaco—Paso, mañana tengo guardia matutina, no quiero llegar tarde—.

—Oye algo te pasa, no luces como de costumbre esta noche—la chica se llevó la mano a la barbilla y sonrió—Muuy sospechoso... es como si estuvieras pensando obsesivamente en algo... o alguien, ¿me equivoco?—.

—No se de que hablas Momo... soy la misma de siempre—continuó vistiéndose—Será mejor que dejes de decir tonterías y cierres tu dulce
boquita—.

—Oh vamos—se carcajeó—No te molestes, pero ya enserio, ¿no piensas serle fiel a nadie nunca?—.

Arqueando la ceja sorprendida por la insinuación, Rosé se giró con los brazos cruzados para ver a Momo.

—¿Qué?—dio otra calada al cigarro—No me malinterpretes, estoy perfectamente bien con esta aventura, pero no creo que pueda hacer esto por siempre. Todos tenemos que sentar cabeza en algún momento ¿no?—.

Era un tema que la pelirubia evitaba a toda costa así que simplemente ignoró los insistentes comentarios de su acompañante.

—Quizás deberíamos intentar salir enserio—comentó divertida la
castaña—Puede que terminemos siendo compatibles... ¿qué te parece? jajaja—.

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