Capítulo 41

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Pesados y apurados pasos resonaron por el pasillo. Rosé avanzaba resoplando furiosa, si las miradas mataran, nadie a su paso hubiese sobrevivido. 

—Uhm, ¿Dra. Park?—la miró Miyeon pasar de largo frente a su
escritorio—E-espere, esa es la oficina de la directora—se puso de pie
nerviosa—No puede entrar como si
nada—.

—No me interesa—bufó la pelirubia tomando la manilla.

—¡Está en una reunión!—advirtió preocupada—¡No puede simplemente interrumpirla!—.

Ignorando totalmente las peticiones de la chica, la cirujana irrumpió intempestivamente en la sala.

—Lisa, tenemos que hablar.
AHORA—gruñó seria la doctora.

Tanto la directora como su acompañante se volvieron a mirarla. La pelinegra levantó la ceja y cerró la carpeta que tenía en las manos poniéndola en la mesa.

—L-lo siento muchísimo señora—entró Miyeon asustada tras la galeno—Traté de detenerla p-pero no me hizo
caso—explicó con voz temblorosa.

Ambas, Rosé y Lisa se miraron fijamente en silencio por unos segundos tensando el ambiente.

—Está bien—dijo finalmente la
superior—Ustedes dos, por favor retírense y déjenos solas—ordenó.

—S-sí señora—asintieron al unísono y obedecieron saliendo en el acto.

La puerta se cerró y el incomodo intercambio de miradas se reanudó.

—¿Cuál es la urgencia, Dra. Park?—dijo con sarcasmo la directora—¿Por qué no tomas asiento?—.

—No—bramó molesta—Mira, no me interesa con quien te acuestas, ni lo que hagas o con quien lo hagas... pero más te vale no traer conflictos personales al terreno profesional. ¿Crees que no sé lo que tramas? no sé porque estás interesada en su historia clínica
pero...

—Oh...—interrumpió la pelinegra, entrelazó sus dedos y posó el mentón sobre estos—¿Y puedo preguntar cuál es su interés en ese caso? ¿acaso tiene una relación especial con la paciente Kim, Dra. Park?—levantó una ceja—No tengo porque explicarle nada, está dentro de mis competencias como directora poder revisar la ficha de cualquier paciente, ¿no le parece?—sonrió—O... ¿es porque es tú nueva chica?. Qué raro, esto no se parece a lo que había escuchado de ti, Rosé—.

—Eso no es asunto tuyo—frunció el ceño la pelirubia.

—"Ya he eliminado el estúpido concepto del amor..." ¿no era así como iba tú historia?—se burló poniéndose de pie rodeando el escritorio para acercarse a su contraria—Aunque creo que hasta yo podría entender ese sentimiento de lástima... una linda niña cerca de la muerte a una edad tan temprana...—.

—¡Cállate!—la encaró Rosé luchando por controlarse—Me da igual lo que pretendas hacer, pero déjame decirte una cosa Lalisa Manoban...—apuntó con su dedo—si alguna vez te encuentro tocándole siquiera UN cabello... juro por dios que te voy a cazar y no habrá lugar sobre la faz de la tierra donde te puedas esconder—sentenció haciendo el ademán de marcharse.

—¿Me está amenazando, Dra.
Park?—pronunció la directora con cinismo y la cirujana se volvió—¿Qué harás?... ¿matarme?—rió irónica y luego se enserió totalmente dándole una mirada fulminante—¿Qué te hace pensar que no lo haz hecho
ya?—levantó su mano derecha arqueando una ceja y Rosé tragó
fuerte—He estado muerta desde lo que me hiciste...—.

—Tómalo como mi última
advertencia—apretó los puños la doctora y salió dando un portazo.

[...]

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