Capítulo 8

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En una  pequeña cafetería de la ciudad, Rosé se encontraba disfrutando de una humeante taza de café mientras esperaba paciente la llegada de su acompañante. Se había posicionado estratégicamente en una mesa que le daba una perfecta visión del lugar, por lo que cuando la chica apareció, lo notó de inmediato

—Lo siento, ¿te hice esperar?—la abordó Jennie algo apenada—Me costó un poco encontrar el lugar—.

—Oh...—la doctora se retiró la gafas de sol para apreciar mejor a la joven y se levantó para saludarla—No te
preocupes—.

Sigilosamente la cardióloga la analizó de pies a cabeza sin que la castaña lo notara. Tenía un vestido de flores corto y fresco que combinaba a la perfección con su personalidad, se veía francamente hermosa pensó Rosé.

—Es que me mudé hace poco y todavía no me ubico bien—tomó asiento.

—Cierto, aún eres nueva en la zona y no estas familiarizada con los lugares—la galeno también volvió a su asiento y le acerco la carta—¿Quieres algo de tomar?—.

—Si, gracias—le sonrió.

Llamaron al camarero y Jennie le indicó que quería una limonada frappe, tomaron su pedido y en un par de minutos ya lo tenía en la mesa.

—Me sorprendiste llamándome así tan de repente...—comentó la castaña dándole un sorbo a su bebida—¿Cómo se te ocurrió la idea de ser mi guía turística?, ¿te aburriste del hospital?—.

—Bueno, es mi día libre y quedarme en casa me pareció que sería de lo más aburrido—levantó su taza—Recordé que te acabas de mudar así que pensé en invitarte a salir.

—¿A dónde planeas
llevarme?—preguntó con emoción.

—¿Hay algún sitio en particular que quieras conocer?—se llevó la mano al mentón pensando la doctora.

—¿Rosé? ¡eres tú!—una mujer castaña en un vestido diminuto y sensual corrió hasta su mesa—¡Que pequeño es el mundo!, soy Yeri, ¿me recuerdas? nos conocimos en el club—.

—Eh... ¡ah! sí, lo recuerdo—respondió la pelirubia tras unos segundos.

—Te fuiste sin siquiera
despedirte...—Yeri se recargó sobre la mesa para acercarse más a la
cirujana—Eso realmente dolió ¿sabes?, dijiste que me llamarías pero no tienes mi número—.

—Ah jaja... ¿si? juraba que lo tenía—rió nerviosa la doctora.

Mientras tanto Jennie se dedicó a mirar la escena en silencio con la barbilla recargada sobre la palma de su mano y la ceja arqueada.

—Oh, lo siento no te ví—se sorprendió la castaña al notar la presencia de la castaña—Estaba tan emocionada que me deje llevar... ¿interrumpo algo?—.

—Uh...—Rosé tartamudeó y Jennie le dedicó una sonrisa tensa.

—¿Trajiste a almorzar a tu
hermanita?—Yeri se volvió hacia la cardióloga—Es tan adorable—.

—Nop—respondió Jennie uniéndose finalmente a la conversación—Estamos de una cita, de hecho—.

—¿Ah si?—levantó las cejas la castaña en señal de sorpresa—Wow eso si que es sorprendente de oír—regresó su atención a la pelirubia—No sabía que tus gustos eran tan variados...—.

El ceño de la menor se fruncía más cada segundo que esa mujer extraña permanecía allí.

—Bueno ya que nos hemos encontrado aquí, ¿por qué no compartimos
mesa?—sugirió Yeri—Yo las invito, para presentarme como es debido—.

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