11. De coartadas

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Incrédulo y confundido eran dos palabras que Marco sentía arremolinandoce en su interior.

Y no era para menos.

Su hermano Thatch estaba al otro lado de la línea, contándole sobre el berrinche de Dai. Que en vez de molestarlo le dió algo de ternura.

Le gustó ver a Dai comportarse como un niño. Un niño que juego, brinca, corre y grita, que es amable, dulce y curioso, un niño que, cómo cualquier otro, hace berrinches.

-¿Está es otra de tus bromas, Thatch? Porque si es así voy a golpearte-yoi -le amenazó Marco mientras veía la tabla de datos de uno de sus pacientes.

Llevaba sus audífonos inalambricos, que le eran de mucha ayuda por su trabajo de hecho, así que responderle a su hermano era fácil.

-Habló en serio, Marco. No bromearia sobre Dai.

Durante el resto de su turno su mente, además de pensar con cuidado en cada uno de sus pacientes, también pensó sobre su hijo.

Ciertamente desde que Dai inicio el jardín de niños, y a pesar de que fue relativamente hace poco, comenzaba a tener pequeñas actitudes que Marco no había visto en él antes. Como dejar sus juguetes en cualquier lado, preferir jugar a hacer otra cosa, hablar un poco más de lo acostumbrado, pedir pequeñas raciones de comida extra (hecho que le alegraba a Marco), dormir más temprano y más tiempo.

No se quejaba de los cambios pequeños de Dai, sólo se preguntaba si aquellos cambios eran causados por Ace.

Mientras divagaba, un hombre choco con él, sacándolo de sus pensamientos. El hombre de gorra se disculpo rápido, continuando su camino y sin mirarle el rostro. Marco ya había terminado su turno, así que siguió caminando con tranquilidad hasta su auto. Según lo que le dijo, Thatch, Dai debería estar con Ace.

Una cosa que le agradecía infinitamente al pecoso era como cuidaba a Dai y lo flexible que era para los horarios de Marco. Según sabía el doctor, Ace no tenía un trabajo fijo gracias a su profesión como escritor. Así que las horas que cuidaba a Dai, Marco podía usarlas para hacer un turno u horas extra. Aunque ahora que Thatch se quedaba con ellos, también hacia algunos turnos en la noche.

Caminos hasta su auto y al subirse a el, giro las llaves, el motor rugió y se puso en marcha. Había pedido el día siguiente como descanso, ya que tenía una cita con el pecoso.

El día de Marco había sido muy normal, cómo cualquier día normal en un hospital.

Sin saber, sospechar o presentir que alguien estaría metiéndose en su oficina sin preocupaciones alguna. Porque había un sujeto con gafas circulares controlando las cámaras de seguridad, asegurándose de que su antiguo capitán no sea descubierto por la seguridad del hospital.

Roger miraba la oficina con cuidado, buscando algo sospechoso, procedió a revisar los muebles y archivos, documentos firmados con el doctor y mirar un poco en el computador sobre el escritorio, además de los cajones del mismo mueble.

Encontrando nada, de hecho.

Expedientes de pacientes. Algunos libros de medicina, paternidad y salud.

BORED {One piece}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora