Capítulo 12

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Lalisa miró fijamente a Jennie; su mente no paraba de darle vueltas a lo que acababa de decir.

¿Sería cierto? ¿Podría atreverse a creerlo? ¿A tener esperanza después de tanto tiempo…?

— ¿Te llamas Ruby? —repitió, incrédula.

— Sí —le respondió ella, con una sonrisa alentadora en el rostro.

Phikanet observó a su hermana con una mirada severa.

— ¿Ustedes ya... Han intimado?

— No —contestó Lalisa—. Aún no —y pensar que había estado molesta por eso…

Jennie había evitado que cometiera el tercer error más grande de su vida. En ese momento la besaría.

Una sonrisa iluminó el rostro del hombre.

— Bueno, maldita sea mi suerte… En fin, mejor no nombrar la cuerda en casa del ahorcado… Nunca he conocido a una mujer que pudiese estar cerca de ti más de diez minutos sin arrojarse a…

— Basta —le cortó su hermana, antes de que soltara un largo discurso acerca del número de mujeres con las que se había acostado—. ¿Tienes algo más que decir que nos sea útil?

— Una cosa más. La fórmula de mamá sólo tendrá éxito si Angkarn no lo descubre. Si lo hace, podría evitar que te liberaras con su característica mala sombra.

Lalisa apretó los puños ante el recuerdo de algunas de las acciones más repugnantes de su hermano.

Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Angkarn la había odiado desde que nació. Y con el paso de los años, su hermano había dado un nuevo significado a la expresión «rivalidad fraternal».

La rubia dio un sorbo a su bebida.

— No lo descubrirá a menos que tú se lo digas.

— A mí no me mires —replicó el hombre—. No soy de los suyos. Me confundes con el primo Dion. Y ahora que lo recuerdo, tengo que reunirme con mis chicos. Planeamos hacer un gran tributo al viejo Baco esta noche.

ꟷSi que te encantó Grecia ¿O no?

El Dios se encogió de hombros ꟷfueron los más fielesꟷ alargó el brazo y dejó la mano con la palma hacia arriba—. Mi arco, si eres tan amable.

Con mucho cuidado, para no pincharse, Lalisa lo sacó del bolsillo y se lo devolvió.

En ese momento percibió la extraña mirada de su hermano mayor; una mirada de afecto sincero.

— Estaré cerca por si me necesitas. Sólo tienes que llamarme; por mi nombre, de prefencia Eros. Hace mucho que nadie me llama Phra Phikanet. Ni se te ocurra Cupido, Y por favor, deja eso de «bastardo inútil», ¡maldita sea! —le miró con una sonrisa presuntuosa—. Debería haber sabido que eras tú.

Lalisa no dijo nada mientras recordaba lo que había sucedido la última vez que tomó la palabra de su hermano, y le pidió ayuda.

El Dios se levantó, miró a Jennie, luego a Jisoo, y le sonrió a su hermana.

— Buena suerte con tu intento de obtener la libertad. Que la fuerza de Ares y la sabiduría de Atenea te guíen.

— Sabes que me gustaba más cuando todavía eran Phra In y Saraswati.

Cupido lanzó una carcajada.

— Que no te oigan. Les gusta tener su territorios bien dominados. Nos vemos, hermanita.

Lalisa no habló mientras su hermano se abría camino hacia la puerta de salida, como cualquier ser humano normal. La camarera les trajo el pedido y la rubia cogió el extraño vaso, consistente en tres bolas de una crema de colores diferentes. Estaba en extremo frío, pero había perdido incluso la curiosidad.

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora