Jennie se quedó helada mientras la invadían el terror y la furia. ¡Sentía deseos de despedazarlo! Pero aunque su altura fuese escasa para ser un hombre, aún le sacaba una cabeza.
Y era muy inestable.
Ocultando el pánico, ella le habló con calma
— ¿Qué hace usted aquí?
Él hizo un mohín.
— No me has contestado. Quiero saber de quién era la ropa que había en tu casa.
— Eso no es de su incumbencia.
— ¡No digas tonterías! —chilló.
Se balanceaba al borde de la locura y lo último que Jennie necesitaba era que él se hundiera en el abismo mientras estuvieran encerrados en el ascensor.
— Todo lo que te rodea es asunto mío. Jennie intentó hacerse con el control de la situación.
— Escúcheme, señor Jan. No lo conozco, y usted no me conoce a mí. No entiendo por qué se ha obsesionado conmigo, pero quiero que esta situación llegue a su fin.
Él apretó el botón que detenía el ascensor.
— Ahora, me vas a escuchar, Jennie. Estamos hechos el uno para el otro. Lo
sabes igual que yo.— Muy bien —le contestó ella, intentando apaciguarlo—. Vamos a discutir esto en su consulta. —Y apretó el botón para que el ascensor comenzara a moverse de nuevo.
Él volvió a detenerlo.
— Hablaremos aquí.
La morena tomó una profunda bocanada de aire; las manos empezaban a temblarle. Tenía que salir de allí sin enfadarlo aún más.
— Estaríamos mucho más cómodos en mi consulta.
En esta ocasión, cuando ella fue a apretar el botón él le cogió la mano.
— ¿Por qué no hablas conmigo? —le preguntó él.
— Estamos hablando —contestó Jennie mientras se aproximaba lentamente al intercomunicador. — Apuesto a que hablas con él, ¿verdad? Apuesto a que pasas horas riendo y haciendo Dios sabe qué cosas con él. Dime quién es.
— Señor Jan…
— ¡Ki Ho! —gritó—. ¡Maldita sea! Me llamo Ki Ho.
— Ok, Ki Ho. Vamos a…
— Apuesto a que te ha puesto sus sucias manos encima, ¿verdad? —le preguntó mientras la aprisionaba en el rincón, de espaldas al teléfono—. ¿Cuántas veces te has acostado con él desde que me conociste, eh?
Jennie se estremeció ante la salvaje mirada de aquellos ojos, pequeños y brillantes. Estaba perdiendo el control de su mente.
¿Qué hago ahora?
Jennie intentó agarrar el botón del intercomunicador pero, antes de poder acercarse, él tipo le agarró la mano.
— ¿Qué mierda estás haciendo? —le preguntó él.
— Necesitas ayuda.
KiHo estrelló su puño contra el panel de botones.
— No necesito ninguna ayuda. Sólo necesito que hables conmigo. ¿Es que no me oyes? ¡Sólo necesito que hables conmigo! —gritó, mientras estrellaba el otro puño contra el panel, enfatizando cada palabra con un golpe.
Aterrorizada, Jennie contempló cómo el panel se hundía y como el hombre comenzó a tirarse del pelo.
— Te ha besado, lo sé. —Repetía una y otra vez la misma frase, mientras se arrancaba el pelo a tirones.
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MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISA
FanfictionUna mujer deseada por hombres y mujeres, tan inteligente y hermosa que causa los celos de los dioses quienes la condenan a vagar eternamente. Anhelante de las caricias de aquélla que la invoque, para proporcionarle un placer exquisito y supremo. ...