Capítulo 20

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Jisoo observaba cómo Lisa se paseaba nerviosa, en su tienda, mientras atendía a un turista. ¡Dios santo!, podría pasarse todo el día observándola caminar. Ese modo de andar hacía saltar los ojos de las órbitas, y a ella le entraban unos deseos terribles de salir corriendo a casa, agarrar a Rosie y hacerle unas cuantas cosas nada santas.

Una y otra vez, mujeres y hombres claramente interesados se acercaban a ella, pero Lalisa no tardaba en quitárselos de en medio. Era ciertamente divertido ver a todas esas chicas pavoneándose a su alrededor mientras la guerrera permanecía ajena a sus coqueteo descarados.

Nunca le había parecido posible que un alguien actuara así. Pero claro, hasta ella podía llegar a aborrecer el pollo si se daba un atracón. Y por el modo en que la gente respondía a la presencia de la tailandesa, dedujo que ella ya había sufrido más de un dolor de estómago causado por un empacho.

La verdad es que parecía muy preocupada.
Y Jisoo se sentía fatal por lo que les había hecho a ambas, a ella y a Jennie. Su idea parecía bastante sencilla en un principio. Si hubiese reflexionado un poco más…

¿Pero cómo iba a saber quién era Lalisa? Claro, que su nombre podía haber hecho sonar algún timbre en su mente; de todos modos, su especialidad era la Edad de Bronce que, hasta para la época de Lalisa, era la Prehistoria. Y tampoco había creído que fuese realmente humana.

Pensaba que era alguna clase de genio o criatura mágica, sin pasado ni sentimientos.
¡Señor!, cuando metía la pata lo hacía hasta el fondo.

Meneando la cabeza, observó cómo Lalisa rechazaba otra oferta, esta vez procedente de una atractiva pelirroja. Ella  era un verdadero imán de estrógenos. Jamás había visto tanta lesbiana junta en pleno Gangnam. Y pensar que decían que eran una minoría.

Acabó la lectura.

Lalisa esperó unos minutos y se acercó a la mesa.

— Llévame con Jennie.

No era una petición, no. Estaba segura de que era el mismo tono de voz que empleaba para dirigir a su ejército en mitad de una batalla.

— Dijo que…

— No me importa lo que dijo. Necesito verla.

Jisoo envolvió la baraja en el pañuelo negro de seda. ¿Qué demonios? Tampoco es que necesitara que su mejor amiga volviera a hablarle.

— Vas directo a tu funeral.

— Ojalá —dijo en voz tan baja que ella no pudo estar segura de haber escuchado correctamente.

La ayudó a cerrar todo y sin pérdida de tiempo, llegaron a casa de Jennie.

Aparcaron en el camino del jardín justo cuando la morena estaba guardando sus maletas.

— ¡Hola, Jen! —saludó Jisoo—. ¿A dónde vas?

Ella miró furiosa a Lalisa.

— Me marcho por unos días.

— ¿a dónde? —le preguntó su amiga.

Jennie no contestó.

Lalisa salió del coche y se acercó a ella. Iba a arreglar las cosas, costase lo que costase.

Jennie arrojó una bolsa al maletero de su auto y se alejó de la tailandesa, pero ella la cogió por un brazo.

— No has contestado a la pregunta.

Ella se zafó de su mano.

— ¿Y qué vas a hacer si no lo hago? —le dijo, mirándola con los ojos entrecerrados.

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora