Capítulo 30

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Ninguna de las dos habló mucho en todo el día. De hecho, Lalisa la evitó constantemente.

Eso, más que ningún otro detalle, le hizo imaginarse cuál era la decisión que había tomado.

Jennie tenía el corazón destrozado. ¿Cómo podía abandonarla después de todo lo que habían pasado juntas? ¿Después de todo lo que habían compartido?

No podía soportar la idea de perderla. La vida sin ella sería intolerable.

Al atardecer, Jennie encontró a su guerrera sentada en la mecedora de la entrada, contemplando el sol por última vez. Su rostro tenía una expresión tan dura qué apenas si podía reconocer a la mujer alegre y descarada que había llegado a amar tanto.

Trato de mantenerse tranquila, pero cuando el silencio se hizo demasiado insoportable, le habló:

— No quiero que me abandones. Quiero que te quedes aquí, en mi época.  Puedo cuidar de ti, Lalisa. Tengo dinero y te enseñaré todo lo que desees saber.

— No puedo quedarme —le contestó entre dientes—. ¿Es que no lo entiendes? Todos los que han estado cerca de mí alguna vez han sido castigados por los dioses: Bambam, Somi, mis niños —La miró como si estuviese
aturdido—. ¡Hasta Kyrian acabó crucificado!

— Esta vez será diferente.

Lalisa se puso en pie y la miró con dureza.

— Tienes razón. Será diferente. No voy a quedarme aquí para ver cómo mueres por mi culpa.

Pasó por su lado y entró a la casa. Jennie apretó los puños, deseando estrangularla por terca.

— ¡Eres una… testaruda!

¿Cómo podía ser tan insoportable?

En ese momento notó que el diamante del anillo de boda de su madre se le clavaba en la palma de la mano. La abrió y lo miró durante un buen rato. Estaba a punto de conseguir que el pasado dejara de atormentarla. Por primera vez en años tenía un futuro en el que pensar. Un futuro que la llenaba de felicidad.

Y no estaba dispuesta a permitir que Lalisa lo echara todo por la borda. Más decidida que nunca, abrió la puerta de la casa y sonrió maliciosamente.

— No vas a librarte de mí, Lalisa Manobal. Puede que hayas vencido a cientos de soldados, pero te aseguro que a mi lado no son nada.

Lisa estaba sentada en la salita, con su libro en el regazo. Pasaba la palma de la mano sobre la antigua inscripción, despreciándola más que nunca.

Cerró los ojos y recordó la noche que Jennie la invocó. Recordó lo que se sentía cuando no tenía conciencia de su propia identidad. Cuando no era más que una simple esclava sexual.

Hacía mucho, mucho tiempo que se hallaba perdida en un lugar oscuro y temible, y Jennie la había encontrado. Con su fortaleza y su bondad había conseguido desafiar lo peor que había en ella y le había devuelto la humanidad. Sólo ella había percibido su corazón y había decidido que merecía la pena luchar por su alma.

Quédate con ella.

¡Por los dioses!, qué fácil parecía. Qué sencillo. Pero no se atrevía. Ya había perdido a sus hijos. Jennie era la dueña de lo que le quedaba de corazón, y perderla por culpa de su hermano… Sería lo más doloroso a lo que jamás se hubiera enfrentado.

Hasta ella tenía un punto débil. Ahora conocía el rostro y el nombre de la persona que podría hacerla caer de rodillas.

Jennie Ruby Jane Kim.

Sí. Tenía que apartarse de ella para que estuviera a salvo.

La sintió entrar en la estancia. Abrió los ojos y la vio de pie, en el hueco de la puerta, mirándola fijamente.

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora