Capítulo 31

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Jennie, al darse cuenta y enfrentar la realidad, soltó un profundo grito de dolor desde lo profundo de su garganta.

— ¡No! —gritó mientras se sentaba en la cama. ¡No podía ser! —. ¡No!

Bajó de la cama con el corazón martilleándole con fuerza en el pecho y corrió hasta el salón. El libro estaba aún sobre la mesita de café. Pasó las páginas y vio que Lalisa estaba justo en el mismo sitio que antes, sólo que ahora no sonreía diabólicamente y tenía el pelo corto.

¡No, no y no!, repetía su mente una y otra vez. ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué?

— ¿Cómo pudiste? —Le preguntó mientras abrazaba el libro contra su pecho—. Yo te habría dado la libertad, Lalisa. No me habría importado. ¡Dios!, Lili ¿Por qué te has hecho esto? —sollozó—. ¿Por qué?

Pero en el fondo lo sabía. La ternura que había visto en sus ojos hablaba por sí misma. Lo había hecho para no herirla. Para no lastimarla como lo habían hecho antes.

Lalisa la amaba. Y, desde el momento que llegó a su vida, no había hecho otra cosa que protegerla. Cuidarla. Hasta el final. Aun cuando de ese modo se negara la posibilidad de quedar libre de un tormento eterno, ella había sido más importante.

Jennie no soportaba pensar en el sacrificio que su guerrera acababa de hacer. La veía condenada a pasar la eternidad en la oscuridad. Sola y sufriendo una agonía.

Ella le había contado que pasaba hambre mientras estaba atrapada en el libro, y sed. Y en su mente la veía sufrir del mismo modo que la había visto en su cama. Recordó las palabras que dijo después.

«Esto no es nada comparado con lo que se siente dentro del libro»

Y ahora estaba allí. Sufriendo.

— ¡No! —gritó—. No permitiré que te hagas esto, Lalisa. ¿Me oyes?

Abrazó con fuerza el libro y se dirigió a toda prisa a la parte trasera de la casa. Abrió las cristaleras que daban al jardín y corrió hacia un claro iluminado  por la luna llena.

— Regresa a mí, ¡Lalisa Manobal... Lalisa Manobal... Lalisa Manobal! —lo repitió una y otra vez, rogando por que apareciera.

No ocurrió nada. Nada de nada.

— ¡No!, ¡por favor, no!

Con el corazón destrozado, volvió a la salita.

— ¿Por qué?, ¿por qué? —sollozaba, arrodillada en el suelo sin dejar de mecerse hacia delante y hacia atrás. — ¡Lisa! —susurró con la voz rota mientras los recuerdos la asaltaban.

Esa preciosa mujer riéndose con ella, abrazándola. sentada tranquilamente, pensando. Su corazón latiendo desenfrenado al mismo ritmo que el suyo.

La quería de vuelta.

La necesitaba de vuelta.

— No quiero vivir sin ti —balbuceo dirigiéndose al libro—. ¿Lo entiendes, Lalisa? No puedo vivir sin ti.

De repente, una luz cegadora iluminó todo el lugar.

Con la boca abierta, Jennie alzó la mirada esperando encontrarse con su guerrera. Pero no era ella. Se trataba de Afrodita.

— Dame el libro —le ordenó con el brazo extendido.

Jennie lo abrazó con más fuerza.

— ¿Por qué le haces esto? —le reclamó Jennie—. ¿Es que no ha sufrido ya bastante? Yo no la habría alejado de ti. Preferiría que estuviese contigo antes de que regresara al libro. —Se limpió las lágrimas—. Está sola ahí dentro. Sola en la oscuridad —susurró—. Por favor, no dejes que permanezca ahí. Envíame al libro con ella, por favor. ¡Por favor!

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora