Capítulo 11

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— ¡Dios Santo!, ¡ése era Cupido! —exclamó Jisoo extasiada—. Cupido. El real. Ese querubín tan tierno que tiene poder sobre los corazones. Lisa resopló.

— Cupido es cualquier cosa menos «tierno». Y con respecto a los corazones, se encarga de destrozarlos.

— Pero hace que la gente se enamore.

— No —le contestó, apretando con más fuerza el colgante entre sus dedos—. Lo que él ofrece es una ilusión. Ningún poder celestial puede conseguir que un humano ame a otro. El amor proviene del corazón —confesó con una nota apesadumbrada en la voz.

Jennie buscó su mirada.

— Hablas como si lo supieras de primera mano.

— Lo sé.

Jennie sentía su dolor como si fuese el de ella. Alargó el brazo para tocarlesuavemente el brazo.

— ¿Eso fue lo que le ocurrió a Somi? —le preguntó en voz baja.

Lalisa apartó la mirada de Jennie, pero ella captó el sufrimiento que se reflejó en sus ojos.

— ¿Hay algún lugar donde pueda cortarme el pelo? —preguntó inesperadamente.

— ¿Qué? —respondió Jennie, consciente de que había cambiado el tema para, de ese modo, no tener que contestar a su pregunta—. ¿Por qué?

— No quiero tener nada que me recuerde a ellos —el dolor y el odio que se veían en su rostro eran tangibles.

De mala gana, Jennie asintió.

— Hay un lugar aquí a dos calles.

— Por favor, llévame.

Y Jennie lo hizo. Abrió la marcha de vuelta al centro comercial, hasta llegar al salón de belleza.

Nadie dijo una palabra hasta que estuvo sentada en la silla con la estilista detrás.

— ¿Está segura de que quiere cortárselo? —preguntó la chica, pasando las manos con una caricia reverente entre los largos y dorados mechones—. Le aseguro que su cabello es magnífico. ¡lo tiene tan saludable y suave! Me encantaría saber qué usa para acondicionarlo.

El rostro de Lalisa permaneció impasible.

— Córtelo.

La chica, una diminuta morena, miró por encima de su hombro buscando a Jennie.

— ¿Sabe? Si tuviese esto en mi cama todas las noches y pudiese acariciarlo, no me gustaría nada que quisiese estropearlo.

Jennie sonrió. Si la chica supiera…

— Es su cabello.

— Está bien —contestó con un suspiro resignada.

Jennie observó en silencio cómo la chica le cortaba el pelo enmarcándole el rostro.

Estaba más deslumbrante que antes, si es que eso era posible.

— ¿Qué tal? —le preguntó la chica finalmente. Lo cortó justo por encima de los hombros.

— Está bien —le respondió la tailandesa—. Gracias.

Jennie pagó el corte y le dio una propina a la chica. Miró a Lalisa y sonrió.

— Ahora pareces de esta época.

La rubia volvió la cabeza con un gesto rápido, como si ella le hubiese dado un
bofetón.

— ¿Te he ofendido? —le preguntó Jennie, preocupada por la posibilidad de haberle hecho daño inadvertidamente. Eso era lo último que Lalisa necesitaba.

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora