Capítulo 13

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Lalisa y Jennie ayudaron a Jisoo a cerrar su tienda y luego la acompañaron a su jeep, antes de regresar a casa sorteando el tráfico típico de un viernes por la noche.

— Has estado muy callada —hablo despacio la morena mientras se detenía en un semáforo en rojo.

Observó cómo la mirada de Lalisa seguía el movimiento de los automóviles que pasaban junto a ellas. Parecía perdido, como alguien que se debatiera en el límite entre la fantasía y la realidad.

— No sé qué decir —respondió tras una breve pausa.

— Dime cómo te sientes.

— ¿Sobre qué?

Jennie se rió.

— Sobre todo —le dijo—. Seguro estas confundida y hasta furiosa. No tienes porque contenerlo. Al menos no conmigo.

Lalisa bajó la vista hasta su regazo, y la coreana observó el modo en que acariciaba distraídamente su anillo con el pulgar.

— Dijiste que eras una sexóloga, ¿qué es eso exactamente?

El semáforo se puso en verde y se internaron de nuevo en el tráfico.

— Pues... Digamos que tú y yo estamos en el mismo negocio, más o menos. Ayudo a las personas que tienen problemas con sus parejas. Mujeres que tienen miedo de tener relaciones íntimas con los hombres, o mujeres a las que les gustan los hombres un poco más de la cuenta. O en general a gente a las que les gusta el sexo más de lo que cuentan.

— ¿Ninfómanas?

Jennie asintió.

— He conocido a unas cuantas.

— Apuesto a que sí.

— ¿Y los hombres? —preguntó ella.

— No son fáciles de ayudar. No suelen hablar mucho. Tengo un par de pacientes que sufren de miedo escénico…

— ¿Y eso qué es?

—Algo que estoy completamente segura que tú no padecerías jamás —le contestó, pensando en la continua y arrogante persecución a la que ella la sometía. Se aclaró la garganta y se lo explicó—. Son hombres que tienen miedo de que sus
compañeras se rían de ellos cuando están en la cama.

— ¡Ah!

— También tengo un par que abusan verbalmente de sus parejas, y otros dos que quieren hacer la transición de sexo, pero tienen miedo…

— ¿Se puede hacer eso? —preguntó Lalisa, totalmente intrigada.

— ¡Claro! —respondió Jennie con un gesto de la mano—. Te sorprendería saber de lo que son capaces los médicos hoy en día.

Tomó una curva y se adentraron en su vecindario.

Lalisa permaneció callada por otro rato, hasta que Jennie estaba a punto de enseñarle lo que era la radio cuando, de repente, ella preguntó:

— ¿Por qué quieres ayudarlos?

— No lo sé —le respondió con franqueza—. Supongo que se remonta a mi infancia, una época de muchas inseguridades para mí. Mis padres me querían mucho, pero no sabía relacionarme con otros niños. Mi padre era profesor de historia y mi madre ama de casa…

— ¿Qué es un ama de casa?

— Una mujer que se queda en casa y hace las cosas típicas de las madres. En el fondo, nunca me trataron como a una niña, por eso, cuando estaba cerca de otros niños, no sabía cómo comportarme. Ni qué decir. Me asustaba tanto que me ponía a temblar. Finalmente, mi padre comenzó a llevarme a un psicólogo y, después de un tiempo, mejoré bastante.

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora