Capítulo 22

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Para cenar, Jennie llevó a Lisa a un restaurante de mariscos. Hizo una mueca al ver que depositaban un plato de ostras para la guerrera sobre la mesa.

— ¡Puaj! —exclamó la morena cuando Lisa se comió una.

Muy ofendida, la rubia resopló.

— Están deliciosas.

— Para nada.

— Eso es porque no sabes cómo tienes que comerlas.

— Claro que sé. Abres la boca y dejas que ese bicho viscoso se deslice por tu garganta.

Lisa bebió un trago de su cerveza.

— Ésa es una forma de comerlas.

— Así acabas de hacerlo tú.

— Cierto, pero ¿no te gustaría probar otro modo?

Ella se mordió el labio, indecisa. Algo en el comportamiento de Lalisa le indicaba que podía ser peligroso aceptar su desafío.

— No sé.

— ¿Confías en mí?

— No mucho —resopló ella.

Ella se encogió de hombros y dio otro trago a la cerveza.

— Tú te lo pierdes.

— ¡ok, está bien! —se rindió ella, demasiado curiosa como para continuar negándose—. Pero si me dan arcadas, recuerda que te lo advertí.

Lisa tiró de la silla de Jennie con los talones hasta colocarla a su lado, tan cerca que sus muslos se rozaban. Se secó las manos en los vaqueros, y cogió la ostra más pequeña.

— Muy bien entonces —le susurró al oído y le pasó el otro brazo por los hombros—. Echa la cabeza hacia atrás.

Jennie obedeció mientras la guerrera deslizó los dedos por la piel de su garganta, causándole una oleada de escalofríos. Ella tragó, sorprendida por la ternura de sus caricias. Sorprendida por lo bien que se sentía con la tailandesa a su lado.

— Abre la boca —le dijo en voz baja, mientras le rozaba el cuello con la
nariz.

Jennie volvió a obedecer.

Lisa dejó que la ostra resbalara hasta la boca de su morena. Cuando Jennie la tragó y comenzó a bajar por su garganta, la guerrera pasó la lengua por su cuello en dirección contraria. Era el acto más sexy que alguna haya experimentado y logró remover hasta lo más profundo de sus cuerpos.

Jennie se estremeció ante la inesperada sensación. Los pezones se le endurecieron y un millón de escalofríos recorrieron su piel.

¡Era increíble! Y por primera vez, no le importó para nada el sabor de la ostra.

— ¿Te gustó? —le preguntó la sexy guerrera, juguetona y la mlrena no pudo evitar sonreír.

— Eres incorregible.

— Eso intento.

— Y lo consigues a las mil maravillas.

Antes de que Lisa pudiera responder, sonó su teléfono móvil.

— ¡Puf! —resopló mientras lo sacaba del bolso. Quienquiera que fuese, podía tener algo importante que decirle.

Contestó.

—¿Jen?

Ella se encogió al escuchar la voz de Ki Ho.

— Señor Jang, ¿cómo ha conseguido este número de teléfono?

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora