Capítulo 28

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Lalisa mantuvo la distancia entre ellas lo que quedaba del fin de semana. Por mucho que Jennie intentaba derribar la barrera que la rodeaba, ella la apartaba sin dudarlo.

Ni siquiera quería que le leyera.

Totalmente adolorida, se fue al trabajo el lunes por la mañana, pero ni siquiera debería haberse molestado en acudir al consultorio. No podía concentrarse en otra cosa que no fuesen los celestiales ojos miel de esa guerrera que le había puesto el mundo de cabeza.

— ¿Jennie Kim?

La morena alzó la mirada de su escritorio y vio a una mujer castaña, delgada e increíblemente hermosa, de poco más de veinte años que estaba parada en el hueco de la puerta.

Parecía que acababa de salir de un desfile de modas en Europa, con aquel traje de seda roja de Armani y las medias y los zapatos a juego.

— Lo siento —le dijo Jennie—. Mi hora de visitas ha acabado. Si quiere volver mañana…

— ¿Tengo aspecto de necesitar a una sexóloga?

A primera vista, no. Pero claro, Jennie había aprendido hacía ya mucho tiempo a no hacer juicios apresurados sobre los problemas de la gente.

Sin que la invitara, la mujer entró tranquilamente a su consulta con un
andar presuntuoso y elegante que le resultaba extrañamente familiar. Caminó
hacia la pared donde estaban colgados los títulos y certificados de Jennie.

— Impresionante —le dijo. Pero su tono expresaba todo lo contrario.

Se volvió para observar concienzudamente a la morena y, por la mueca burlona en su rostro, ésta supo que la mujer la encontraba seriamente deficiente.

— No eres lo bastante hermosa para ella, ¿sabes? demasiado baja y demasiado flaca, te faltan curvas ¿sabes? ¿Y dónde has encontrado ese vestido?

Completamente ofendida, Jennie adoptó una postura rígida.

— ¿Cómo dice?

La mujer ignoró su pregunta.

— Dime, ¿no te molesta estar cerca de una mujer como Lalisa, sabiendo que si tuviese oportunidad, jamás querría estar contigo?

— ¿Disculpe? — ¿quién demonios se creía esa tipa?

— Tiene un cuerpo tan bien formado, es tan elegante… Tan fuerte y cruel… Sé que nunca antes has tenido detrás de ti a alguien como ella, y jamás volverás a tenerlo.

Atónita, Jennie no era capaz de hablar.

Y tampoco tuvo que hacerlo; la mujer siguió sin detenerse.

— Su padre era como ella. Un poco más vulgar eso si y no tan refinado. Pero aún así, ese hombre tenía unas manos que… Mmm… —Sonrió pensativamente, con la mirada perdida—. Por supuesto tenía todo el cuerpo marcado por horribles cicatrices de las
batallas; tenía una espantosa que le atravesaba la mejilla izquierda. —Entrecerró los ojos con ira—. Jamás olvidaré el día que intentó marcar a mi niña con una daga, para hacerle esa misma cicatriz. En ese momento hubiera deseado que viviese lo suficiente para arrepentirse de esa infracción, pero me aseguré de que no lo hiciera. Lalisa es físicamente perfecta, y jamás permitiré que nadie estropee la
belleza que yo le di. —La fría y calculadora mirada que la mujer dedicó a Jennie
hizo que ésta se estremeciera.

— Acaso es...

La castaña enarcó una ceja descarada y altiva — No compartiré a mi hija contigo.

La posesividad de las palabras de la diosa despertó la ira de Jennie. ¿Cómo se atrevía a aparecer ahora y a decir tal cosa?

— Parvati.

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora