Capítulo 27

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Los días siguientes fueron los mejores de la vida de Jennie. Una vez se acostumbró a la regla que Lisa impuso, que prohibía los besos, desarrollaron una relación agradable que fue casi una sorpresa para ambas.

La morena pasaba los días en el trabajo, almorzaba a menudo con Lalisa y Jisoo, y
dedicaba las noches a tumbarse entre sus maravillosos brazos.

Sin embargo, con cada día que pasaba, saber que iba a abandonarla a final del mes la dejaba destrozada.

¿Cómo iba a soportarlo?

Aunque la idea no abandonaba nunca su mente, se negó a pensar en eso constantemente. Viviría el momento y se preocuparía del mañana cuando llegara.

El sábado por la noche quedaron con Jisoo y Rosé en un club de Itaewon. Era un lugar con bastante afluencia de turistas. Jennie quería que Lisa escuchara la música del mundo y experimentar cosas nuevas.

— ¡Aquí! —Les gritó Jisoo mientras se aproximaban a la mesa, en el fondo del local—. Empezaba a preguntarme si iban a dejarnos plantadas.

Jennie se sintió enrojecer al recordar el motivo de su retraso. Algún día de estos aprendería a cerrar la puerta del baño mientras se duchaba…

— Hola Lisa, Jennie —las saludó Rosé.

Jennie sonrió al ver la escayola del brazo de su amiga que Jisoo había decorado con pintura fluorescente.

Lisa inclinó la cabeza a modo de saludo mientras retiraba una silla para que Jennie se sentara y, después, hizo lo propio a su lado. En cuanto apareció el camarero pidieron cervezas y nachos, y Jisoo comenzó a seguir el ritmo de la música golpeando la mesa con la mano...

— Vamos, Chu —dijo Rosé, sonriente—. Será mejor que bailemos antes de que tenga que matarte por ese ruidito insoportable.

Con una ligera punzada de envidia, Jennie observó cómo se alejaban.

— ¿Te gustaría bailar? —le preguntó Lisa. A ella le encantaba bailar, pero no quería que la tailandesa pasara un mal rato. En su mente no había dudas de que la guerrera no sabía bailar música moderna. Pero, aún así,
fue una invitación muy tierna de su parte.

— No, no pasa nada.

Pero ella no la escuchó. Se puso en pie y le tendió la mano.

— Sí, claro que vas a bailar.

Tan pronto como llegaron a la pista de baile, Jennie comprendió que aquella mujer bailaba tan bien como besaba.

Lisa conocía cada paso y daba la sensación de que había nacido bailando. De hecho, sus movimientos eran elegantes sin perder el toque sexy y fascinante. La morena nunca había visto a nadie bailar así. Y por las envidiosas y juzgonas miradas que sentía clavadas en ella, podía imaginarse que todas
aquellas mujeres tampoco habían presenciado antes nada semejante.

Cuando el grupo terminó de tocar se sentía plena y sin aliento.

— ¿Cómo…?

— Fue el regalo de Kinnaree y Kinnara —le contestó Lisa mientras le pasaba el brazo por los hombros y la mantenía fuertemente pegada a su cuerpo.

— ¿De quién?

— De las musas de la danza.

Jennie sonrió.

— Recuérdame que les envíe una nota de agradecimiento.

Al comenzar la siguiente canción, Lisa miró fijamente a su izquierda y frunció el ceño.

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora