Capítulo 21

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Jennie se desperezó lánguidamente al despertarse. Abrió los ojos y se sorprendió al darse cuenta de que aun tenía la cabeza sobre el abdomen de Lalisa. Ella tenía la mano enterrada en su cabello y, por la respiración relajada y profunda, supo que todavía estaba dormida.

Alzó la mirada hacia su rostro. Tenía una expresión tranquila, casi infantil. Y entonces fue consciente de algo: no había tenido la pesadilla. Había dormido toda la noche.
Sonriendo, intentó levantarse muy despacio para no despertarla.

No funcionó. Tan pronto como levantó la cabeza, Lisa abrió los ojos y la abrasó con una intensa mirada.

— Jen —dijo en voz baja.

— No quería despertarte.

Ella señaló las escaleras con el pulgar.

— Iba arriba a darme una ducha. ¿Debería cerrar la puerta?

La recorrió con ojos ardientes.

— No, creo que puedo comportarme.

La morena sonrió.

— Me parece que ya he oído eso antes.

Lisa no contestó.

Jennie subió y se dio una ducha rápida. Una vez acabó, fue a su habitación y se encontró a la tailandesa tumbada en la cama, hojeando su ejemplar de La Ilíada.

La miró con expresión absorta al darse cuenta de sólo llevaba puesta una toalla. Una lasciva sonrisa hizo que sus hoyuelos aparecieran en todo su esplendor, y la temperatura del cuerpo de Jennie ascendió varios grados.

— Me pongo la ropa y…

— No —le dijo con tono autoritario.

— ¿Que no qué? —preguntó incrédula. La expresión de Lisa se suavizó.

— Preferiría que te vistieras aquí.

— Lalisa…

— Por favor.

Jennie se puso muy nerviosa ante la petición. Jamás había hecho algo así en
su vida. Y se sentía avergonzada.

— Por favor, por favor… —volvió a rogarle con una leve sonrisa.

¿Qué mujer le diría que no a una expresión como ésa?

La miró con recelo.

— No te atrevas a reírte —le dijo mientras abría vacilante la toalla.

Lisa miró sus senos con ojos hambrientos.

— Puedes estar completamente segura de que la risa es lo último que se me pasa por la mente en estos momentos.

Y entonces, se levantó de la cama y se acercó a la cómoda, donde Jennie guardaba la ropa interior, con los movimientos gráciles de un depredador. Un extraño escalofrío recorrió la espalda de la coreana mientras observaba cómo la mano de la guerrera rebuscaba entre sus braguitas hasta encontrar las de seda negra que Jisoo le había regalado de broma.

Lisa las sacó y se arrodilló en el suelo delante de ella, con toda la intención de ayudarla a ponérselas. Sin aliento y totalmente entregada a la seducción, Jennie miró su cabello rubio mientras elevaba una pierna para dejar que le pasara las braguitas por el pie.

Tras sus manos, que deslizaban la seda ascendiendo por su pierna, sus labios dejaban un reguero de besos que la hicieron estremecerse. Para mayor devastación de todos sus sentidos, abrió las manos y las colocó sobre sus muslos con los dedos totalmente extendidos. Y lo que fue aún peor, una vez las braguitas estuvieron colocadas en su sitio, la acarició levemente entre las piernas antes de apartarse.

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora