Capítulo 10

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Estefanía Mendoza

14 de septiembre.

-Estefanía.

Volteo hacia mi jefe y espero que siga hablando, su vista se quita de mí rápidamente y regresa a los papeles que tiene en el escritorio.

-Mi hijo llegará en menos de 10 minutos, le avisaré para que vaya a traerlo a la entrada.

Me emociono ante eso, hace unos días Stefan no pudo venir ya que por lo poco que se, su abuela estuvo cuidando de él, y apenas hace poco fue lo sucedido en la escuela, quiero saber si está bien, se las secuelas que pueden dejar momento así.

-¿Puedo bajar de una vez? Así no espera mucho mi pequeño guerrero...

Me sonrojo al ser consciente de lo que dije y ver lo rápido que él levantó la cabeza para verme.

-¿Su pequeño guerrero?

-He bueno yo...yo le digo así de cariño, he visto lo valiente que es su hijo y bueno...

Me quedo muda al ver una pequeña sonrisa en sus labios, sus ojos brillan con algún sentimiento que no sé descifrar aún o más bien no me atrevo aceptar por miedo.

-Creo que estara feliz de verla no más llegar, puede irse.

Prácticamente salgo corriendo, espero con impaciencia el elevador. Espero con ansias afuera de la empresa a que llegue el auto con mi pequeño guerrero, solo han pasado 5 minutos desde que baje para esperarlo, mi sonrisa de agranda cuando un auto se estaciona casi enfrente de mí y veo a un pequeño niño bajar.

-Estefanía!!!

Corre hacia mí y sin esperarlo, salta y se tira a mis brazos, lo sostengo fuertemente soltando risas junto a él, sus piernas se enrollan en mi cintura y sus bracitos en mi cuello, siento mi corazón llenarse de tanto amor al tenerlo en mis brazos.

-Hola pequeño guerrero.

-Hola, te extrañe estos días.

-¿Ah si? Mira que casualidad, yo también te extrañe.

Sin soltarlo, lo sostengo con un brazo y con el otro tomó la mochila que me extiende el chofer que lo trajo, entró a la empresa con él en mis brazos, quita su cabeza de mi hombro para poder verme a la cara.

-Puedo caminar, sé que debo pesar mucho para ti.

-Por hoy puedo llevarte así, no siempre serás pequeño y va a ver algún día que ya no podré cargarte, la verdad no quiero que crezcas.

Lo que no quiero es que pase el tiempo, sé que algún día tendré que dejar de verlo, a él y a su padre, algún día los perderé y eso no puedo detenerlo.

-Mejor, así podré cuidarte.

Me sonríe, pero su sonrisa vacila y su expresión se vuelve triste.

-Si es que te quedas, ¿te quedarás, Estefanía? No te irás, ¿cierto?

Me quedo callada ante eso, no sé qué responderle, mientras subimos en el elevador que solo usa su padre, sus ojitos se llenan de lágrimas.

-Te irás.

Dejo su pequeña mochila en el suelo y paso mi mano libre por sus rizos.

-No llores corazón, aquí estoy, no me voy aún.

-Pero yo quiero que no te vayas nunca.

Sus manitas van a mis mejillas, luego las pasa por mi pelo, llego a mi piso y salgo del elevador en un silencio que siento que me asfixia.

-¿Qué debo hacer para que te quedes?

Su pregunta me descoloca y la tristeza en sus ojos me aprieta el corazón.

-¿No quieres dejarme porque no soy un niño normal, verdad?

-Eres un niño normal, cariño. El que seas diferente no te hace anormal. Para qué quieres ser igual a los demás niños, si puedes ser único. Stefan, eres el niño más maravilloso que he conocido y si de mi dependiera, no te dejaría nunca.

Su respiración es pesada mientras sus lágrimas mojan sus mejillas, veo que extiende su dedo meñique.

-¿Prometes quedarte?

-Bebé, yo no....

-Por favor.

La súplica en sus ojos me está destrozando el corazón, mi pequeño en este momento está tan vulnerable, sin pensarlo más, uno mi dedo meñique al suyo, sellando mi promesa.

No sé si estaré siempre con el, no sé cómo irán las cosas de ahora en adelante, pero solo sé que quiero a este niño como no he querido a otro.

-Lo prometo.

-Las promesas no se rompen.

Beso su frente y lo abrazo para tratar de calmarlo, un temblor me recorrer el cuerpo cuando siento como se aferra a mi, como si fuera su salvavidas en medio de un mar tormentoso, y solo sé que yo me aferro a él con la misma fuerza.

-No quiero que te vayas igual como ella lo hizo.

-¿Ella?

-Mi mamá, escuche a mi tío hablar con papá hablando de la razón de porque ella no está conmigo, no me quiso por mi enfermedad de la piel, me dejó enfrente de la casa donde vivo.

Mi niño, él no debió escuchar eso.

-No me dejes tú también, prometo ser buen niño, te haré caso, seré educado y...

-Con que seas tú, que sigas siendo como eres es suficiente, corazón.

-¿Lo es? ¿Es suficiente para ti? ¿Para que me quieras? Porque yo te quiero mucho ya, eres buena conmigo, no me miras mal como lo hacen los demás.

-Ya te quiero y mucho, no dejaré de quererte.

Su cuerpo se aferra más al mío, tanto que su abrazo casi me deja sin aire, pero no le digo nada solo acaricio su espalda y sus rizos de ves en cuando.

-Solo quiéreme a tu manera Estefanía, así como lo has hecho estos días desde que nos conocimos.

-A veces me sorprende la manera en que hablas, como todo un niño grande.

-Soy un niño grande.

Me río ante su débil gruñido.

-Eres mi niño grande.

Suelta un pequeño sollozo, trato de apartar su cabecita de mi hombro, pero se aferra más.

-Aún no me sueltes...¿Puedes volver a decir lo que dijiste antes? Por favor.

-Eres mi niño grande.

-Lo soy.

Su voz rota me hace saber cuánto le afectó que le dijera así, mis ojos van hacia la puerta abierta de la oficina de mi jefe, el cual nos está viendo con una expresión de tristeza en sus ojos, pero a la vez una mirada agradecida.

Ámame a tú Manera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora