Capítulo 36

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Kiran Anderson

-A ver si entendimos bien, ¿ustedes quieren ayudarnos a llevar el caso de la custodia de mi hijo?

Mi fisioterapeuta nos ve con una sonrisa nerviosa, mientras tiene a su lado a su hermana, que he de decir que son casi gemelas idénticas, excepto por los ojos, mientras una los tiene grises claro, la otra los tiene de color café.

-Domenica es buena abogada, al igual que mis demás primos, te podemos dar números de los bufetes en los que trabajan.

-No me lo tomen a mal, pero se me hace raro que específicamente quieran ayudarnos, ¿por qué?.

-He bueno...como sabe me he hecho amiga de Stefanía y ella me contó algo de lo que les está pasando, así que por cariño a ella quería recomendarles a alguien de mi confianza y que sé que harán hasta lo imposible para que todo salga bien, pero si te parece muy raro, lo entendemos.

Yo no suelo ser desconfiado por naturaleza, bueno, cuando se trata de mi hijo siempre soy desconfiado, toda esta situación me ponía en alerta. Me quedé observando a mi fisioterapeuta, intentando leer más allá de sus palabras. La otra chica nos miraba con una sonrisa amable, mientras su hermana continuaba hablando.

-No me lo tomen a mal —insistí—, pero es raro que quieran involucrarse en un caso tan personal, sobre todo cuando apenas nos conocemos. Sé que llevas mis terapias desde hace meses, pero eso no significa que vaya a confiar en ti así a la ligera.

Domenica se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos color café reflejaban seriedad.

-Entiendo su preocupación. No le culpo por querer ser cauteloso, pero solo queremos ayudar. Mi hermana me comentó por encima lo que está pasando, y sé que los temas legales de custodia pueden ser complicados, especialmente cuando hay tantas emociones involucradas. No estoy aquí por motivos ocultos, solo por ayudar a amigos de mi hermana. Nada más.

Miré a Stefanía. Estaba seria, pero confiaba en mí para tomar la decisión. Sentí el peso de su mirada, llena de preocupación y cansancio. Habíamos estado batallando con esta pesadilla desde que Nadia había reaparecido, amenazando con quitarnos a nuestro hijo. Esa mujer no había hecho nada por él y ahora pretendía ser la madre perfecta.

Volví a centrarme en las dos mujeres frente a mí. Eran casi idénticas, excepto por el color de sus ojos, pero había algo en su presencia que me hacía sentir un poco más tranquilo, aunque seguía sin entender por qué querían ayudarnos tanto.

-Está bien —dije finalmente—, lo hablaré con Stefanía. Sabemos que no podemos manejar esto solos. Si tu hermana es tan buena como dices y si podemos confiar en ella, entonces aceptaremos la ayuda. Pero quiero que quede claro que no buscamos favores. Queremos hacerlo bien, por nuestro hijo. Y no me lo tomen a mal, pero eres joven, sé que apenas debes ir terminando la carrera de abogado, no quiero a alguien que no tenga tanta experiencia en esto y...

Domenica asintió, sin dejar de sonreír, pero había un brillo de determinación en su mirada.

-No sé preocupe. Sé que mi edad causa conflicto, pero soy buena en lo que hago, entré a la carrera de derecho cuando tenía 15 años, ya me gradué y estoy ahorita en mi especialidad de derecho familiar, tres de mis primos ya llevan trabajando en esa rama desde hace 4 años, de hecho están afuera y pueden darte información de los casos que han llevado y ganado. Si deciden contar conmigo, lucharé por su hijo como si fuera mío. Mi equipo está dispuesto a lo que sea necesario para asegurarse de que tengan justicia. Esto no es un favor, es una responsabilidad que tomamos en serio.

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