Prologo: Bienvenida

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La ciudad de Mérida, desde hace años es denominada como la ciudad blanca y tranquila de todo el país. Nada podía ocurrir en las calurosas calles donde los niños podían salir a jugar sin miedo y las escuelas yacían llenas en cualquier hora ni hablar de los días del catecismo y era el lugar perfecto para poder mudarse e iniciar desde cero ¿Cierto? O al menos eso pensaba Lionel Messi mientras veía su avión aterrizar.

Se sorprendió al notar como las calles estaban húmedas y frescas — Algo tan raro, para este estado. — expresó para sí mismo, nostálgico, inquieto e incomodo desde su lugar hasta que otra voz rompió con ese recuerdo infantil que había tenido.

— Es hora de bajar, Lionel. — dijo Scaloni sin siquiera mirar ni imaginar el miedo en su compañero de equipo, ambos argentinos caminaban por los pasillos del avión con calma y al bajar por las escaleras sintieron el fresco golpear sus mejillas. Messi solo observaba todo en silencio e ignorando la pequeña conversación de sus otros compañeros mientras caminaban con calma por el recinto hasta que al llegar sintió un escalofrío sentir dentro de sí.

Todos se detuvieron al notar una camioneta color negro y todos sintieron un extraño temor al ver al conductor, pero de todos esos corazones, el de Lionel Messi latía con desespero y miedo y no pudo evitar recordar a su mejor amigo y el motivo del porque había abandonado este estado — Bienvenidos señores, yo seré quién los lleve a su respectivo hotel — dijo con una voz seria y gruesa — Mi nombre es Reus Ramenti — y el extraño extendió su mano hacia Messi, quien no dejaba de mirarle en ningún momento.

Juraba que le recordaba a él.

Pero sabía perfectamente que era imposible, hace tantos años que visitó su tumba — Lionel Messi... y... y ellos son mis compañeros, gracias — fue lo único que pudo responderle al ojiazul quién ni tardó en brindarles la espalda para poder abrir la puerta hasta que un fuerte estruendo resonó por todo el cielo nocturno, relámpagos hacían brillar los ojos de aquel extraño joven que no dejaba de mirarlos y Scaloni, solo desvió la mirada un poco rezando estar de una vez en la cama.

— Se supone que debería haber calor, Lio. Eso nos dijiste y no me traje ninguna chamarra, carajo — expresó De Paul inquieto.

— Entró un frente frío apenas anoche y hemos sufrido de este frío. Nada comparado con la ciudad de México, pero bien. Me encargaré de brindarles a todos mañana algunos suéteres para que estén cómodos ¿Les parece? — respondió Reus.

Y nuevamente el cielo lloraba con mucha fuerza esa misma noche, Messi admiraba las calles y se sorprendía de como todos cerraban temprano. No pudo evitar cuando de joven caminaban por estas mismas calles a altas horas de la noche, riendo de todo o cenando en algun puesto nocturno sin preocuparse de nada.

Ahora solo observaba el miedo en la gente y como corrían para sus casas con desespero.
Como algunos autos se volaban los altos sin importarle nada más. Era como ver como las personas iban renunciando a su felicidad al mismo tiempo que cargaban con una desgracia que aún era desconocida y ellos tenían la misión de destruir todo eso; al parecer que sean felices no se les permitía. Reus estacionó en un hotel en la famosa avenida de Prolongación Montejo, ayudó a los argentinos bajar sus maletas hasta la recepción del lugar.
— Mañana vendré a las nueve de la mañana por ustedes, les pido puntualidad. Estará presente el jefe de la investigación y es un poco especial con el tema del horario ¿Quedó claro? —

— Entendido. Muchas gracias, por el apoyo... — respondió Scaloni y solo observaron como Reus se marchaba sin decir nada más — Es mejor entrar. — fue lo único que expresó Scaloni y el resto del equipo obedeció sin decir nada más.

Rodrigo de Paul

Lionel Messi

Sergio Agüero

Sus corazones se mostraban desesperados e inquietos, aunque lograban disimularlo, tantos recuerdos provocado por un extraño joven que les hizo acordarse de él — Está muerto, hace mucho tiempo que lo está... solo es nuestra mente. Es su aniversario y estar aquí, nos vuelve susceptibles — comentó de la nada Sergio una vez que lo tres estuvieron solos en su habitación y al no recibir una respuesta, soltó un largo suspiro antes de irse a dar una ducha caliente.

— Sergio tiene razón, pronto sería su aniversario y buscaremos la forma de ir a visitarlo... — comentó Messi mientras miraba su reflejo a través del espejo, aunque en su mente dudaba de todo e inclusive de su propia realidad y cordura que consumió sus pastillas para estar cuerdo al mismo que rezaba como cada noche que todo el ese consuelo y sufrimiento desaparecieran, nada bueno yace en la oculta humedad de los prados de su corazón.

— Será mejor descansar... y olvidarlo Lio, es lo mejor para ti — respondió De Paul.

Los tres sin saber el motivo empezaban a detestar el color azul.

Lazos perversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora