Parte 72: "Pase lo que pase tienes que sobrevivir".

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Planeta Vegeta (Año 739)

En el vasto e indiferente vacío del espacio, un guerrero solitario flota rodeado por los restos de su hogar destruido. El frío del cosmos lo envuelve, y el silencio absoluto solo es interrumpido por el zumbido distante de la catástrofe que dejó tras de sí. Aunque está solo, el miedo no tiene cabida en su corazón.

"¿Es este mi final?", se pregunta, mientras su cuerpo se desplaza sin rumbo entre los escombros. Recuerda con claridad la batalla, su último y desesperado intento de resistir ante un poder abrumador. En su interior, una voz firme murmura: "No me rendiré", y sus manos se cierran en puños mientras las estrellas lo observan, impasibles.

Con un esfuerzo deliberado, intenta moverse, luchando contra la sensación de derrota que amenaza con consumirlo. "Haré lo que sea necesario, incluso ahora, en estos últimos momentos", se dice a sí mismo, mientras una chispa de esperanza se enciende dentro de él.

Las caras de aquellos que significaron algo desfilan por su mente, el peso de sus esperanzas y sueños descansan pesadamente sobre sus hombros. "Lo siento", susurra, consciente de que sus palabras se perderán en el espacio vacío. "Debí haber hecho más."

El frío se intensifica, pero su determinación permanece inquebrantable. "Si esto es todo, entonces que sea así", se concede un momento de paz al cerrar los ojos. "Tal vez, en algún lugar, mis acciones signifiquen algo."

Con un último esfuerzo, respira profundamente, aunque no hay aire que llenar en sus pulmones. "No me rendiré", repite, dejando que esas palabras sean su legado, incluso cuando el fin se cierne sobre él. Las estrellas continúan brillando, y en su mente, se aferra a la esperanza de que su lucha no haya sido en vano.

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< Tres meses antes de la inminente tragedia >

Planeta Vegeta

El planeta Vegeta era un mundo vibrante y salvaje, conocido por su belleza y su brutalidad. Con vastas llanuras cubiertas de hierba alta que se mecía con el viento, montañas imponentes que se erguían como colosos en el horizonte y cielos de un azul profundo, era el hogar de una de las razas más poderosas del universo: los Saiyajins. Sin embargo, debajo de esa fachada de grandeza, había un aire de tensión palpable, como si el planeta mismo respirara una inquietud inminente.

Las ciudades estaban construidas con estructuras robustas, diseñadas para resistir los intensos combates que eran parte de la vida diaria de los Saiyajins. En el centro de la capital, el palacio real se alzaba majestuosamente, rodeado de campos de entrenamiento donde guerreros de todas las edades se preparaban para las batallas que definían su existencia. El sonido de los gritos de los guerreros, el choque de las armaduras y el eco de los gritos de desafío resonaban en el aire, creando una sinfonía cruda y poderosa que hablaba de su cultura guerrera.

Sin embargo, a pesar de esta vigorosa actividad, una sombra se cernía sobre el planeta. La figura de Freezer, el temido emperador del universo, se alzaba como un espectro oscuro en la mente de los Saiyajins. Con cada misión que realizaban, la desconfianza y el temor crecían. Bardock, un guerrero de elite, sentía esa presión más intensamente que nadie. Su instinto y sus visiones lo atormentaban, revelando un futuro sombrío en el que la raza Saiyajin podría ser aniquilada.

En medio de este caos, en un rincón más tranquilo del planeta, Bardock y Gine encontraban momentos de calma. Gine, con su dulzura innata, era la luz en la vida de Bardock. Su hogar estaba lleno de risas y sueños, y su hijo, Kakarotto, era el símbolo de esperanza en un mundo que se oscurecía rápidamente. En su pequeño refugio, lejos del bullicio del entrenamiento y la política del palacio, Gine cuidaba de su familia, tejiendo un ambiente de amor y seguridad.

Goku y Caulifla (El Verdadero Amor Saiyajin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora