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Daphne se despertó lentamente, los rayos suaves del sol filtrándose por las cortinas, iluminando la habitación. Al extender su mano, notó la cálida presencia de Farah, quien yacía plácidamente a su lado. Los mechones dorados de su cabello caían delicadamente sobre su espalda desnuda.

Un suspiro escapó de los labios de Daphne mientras contemplaba la escena, maravillándose de la serenidad que Farah irradiaba incluso en el sueño. Con cuidado, Daphne se deslizó fuera de la cama, intentando no perturbar la tranquila mañana.

El suave murmullo de la brisa mañanera se mezclaba con el cantar de los pájaros, creando una atmósfera idílica. Daphne, se vistió con el albornoz, y se dirigió a las cocinas de Alfea en busca del desayuno para ambas.

En la cocina, los aromas de la cocina recién hecha llenaron el aire. Daphne saludó a Amelie, la cocinera a la que ya conocía, pues acostumbrada a ir a buscar su desayuno para no hacer que nadie lo subiera a su habitación, con una sonrisa sincera y escogió una mezcla de frutas frescas y croissants recién hechos, dispuesta a llevarle a Farah el desayuno a la cama.

Al regresar a la habitación, encontró a Farah despertando lentamente. Sus ojos se encontraron, y una sonrisa jugueteó en los labios de Farah al ver a Daphne llevando la bandeja.

—Buenos días. ¿Qué es esto? —Farah preguntó con curiosidad mientras Daphne colocaba la bandeja sobre la cama.

—El desayuno. Quería sorprenderte. —Daphne respondió, dejando un suave beso en la frente de Farah.

Ambas se acomodaron en la cama, compartiendo risas y conversaciones ligeras mientras disfrutaban de la comida. El momento era íntimo, marcado por la complicidad que había crecido entre ellas.

Después de terminar, Farah apoyó la cabeza en el hombro de Daphne, entrelazó una de sus manos, y ambas se quedaron allí, disfrutando de la tranquilidad de la mañana.

—Esto es maravilloso. —Farah susurró, rompiendo el silencio.
—Sí, lo es. —Daphne respondió, acariciando suavemente el cabello de Farah.

Se sumieron en una paleta de emociones compartidas, disfrutando de la conexión que había florecido entre ellas. El tiempo pareció detenerse por un momento, permitiéndoles saborear la felicidad de estar juntas.

Y así, entre risas y susurros, Daphne y Farah dieron inicio a un nuevo día, sabiendo que su amor florecía con cada amanecer compartido.

Ambas, después de arreglarse, decidieron dirigirse al invernadero de Alfea. La mañana se presentaba luminosa y fresca, y ambas se encaminaron hacia el lugar con la intención de saludar a Ben. A medida que se acercaban, notaron la presencia de Saul, y al llegar, vieron a Ben ocupado curándole una herida.

—Buenos días —saludó Farah, sonriendo mientras se acercaba a Ben y Saul.

Ben levantó la mirada y devolvió la sonrisa, pero Saul parecía preocupado. Su herida no parecía grave, pero algo en su expresión denotaba más que un simple rasguño.

—¿Qué ha pasado, Saul? —preguntó Daphne con interés.

La atmósfera en el invernadero se volvió más tensa cuando Saul mencionó que su herida fue causada por un quemado. El brillo de complicidad y camaradería que había envuelto la conversación anterior se desvaneció, y Ben intercambió una mirada preocupada con Farah y Daphne.

—Un quemado... ¿Cómo ocurrió eso? —inquirió Farah, sintiendo que la gravedad de la situación aumentaba.

Saul se rascó la cabeza, visiblemente incómodo al recordar los eventos.
—Estábamos haciendo patrullaje en el bosque, como de costumbre. De repente, uno de esos monstruos apareció de la nada. Fue rápido, pero logramos esquivarlo en su mayoría. Sin embargo, me rozó el brazo antes de que pudiera defenderme adecuadamente.

DAPHNE (Farah Dowling)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora