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Daphne, confundida y preocupada, se apresuró con su madre hacia el despacho de Farah. Al llegar, ambas quedaron completamente atónitas al ver una foto de Rosalind ocupando el lugar donde solía estar la imagen de Farah como directora de Alfea. La sala, aunque familiar, emanaba una extraña energía, como si el tiempo hubiera dejado su huella.

Con el corazón latiendo con fuerza, Daphne se apresuró a revisar un calendario cercano y su rostro mostró sorpresa y desconcierto al darse cuenta de que habían pasado casi seis meses desde que cruzó el portal al reino de la oscuridad. El tiempo parecía haberse desvanecido de manera misteriosa y había dejado a Alfea sumida en un período que Daphne no había experimentado.

La reina Marion, al lado de su hija, observaba con preocupación el desconcierto en los ojos de Daphne. Juntas, examinaron la sala y notaron otros cambios significativos: documentos nuevos, modificaciones en la organización del despacho y una atmósfera que no coincidía con lo que Daphne recordaba.

Daphne, con voz temblorosa, se dirigió a su madre.
—Algo no está bien, madre. El tiempo ha pasado de una manera que no puedo entender, y Farah.. —Daphne se detuvo al ver la expresión de su madre, quien compartía su confusión y preocupación.

Ante esta desconcertante realidad, Daphne y su madre se enfrentaban a una Alfea que, aunque familiar, había cambiado drásticamente en su ausencia. La incertidumbre se cernía sobre ellas mientras intentaban comprender los misterios que envolvían a la academia y a Farah.

Daphne, consciente de la gravedad de la situación, solicitó a su madre, la reina Marion, que montara uno de los majestuosos dragones de Domino para llegar rápidamente al palacio y ponerse a salvo. La reina Marion asintió con preocupación, comprendiendo la urgencia de la situación.

En pocos instantes, Daphne hizo unas llamadas y se llevó a su madre a través de pasadizos ocultos hasta un lugar algo alejado del Alfea donde la esperaba uno de los dragones. Daphne observó cómo tras despedirse de Marion, esta se alejaba en el aire.

Con la ansiedad palpable en cada pensamiento, Daphne decidió llamar a Calliope. Marcó el número con rapidez y nerviosismo, esperando obtener noticias de la llegada segura de su madre al palacio de Domino.

Calliope respondió al otro lado de la línea, y Daphne no pudo evitar que su voz revelara la urgencia.
—Calliope, soy Daphne. Avísame en cuanto llegue mi madre al castillo. Necesito asegurarme de que esté bien y de hablar con ella sobre lo que ha sucedido en Alfea.

La consejera, perceptiva ante la preocupación de Daphne, respondió con calma:
—Sí, te avisaré en cuanto Marion halla llegado a salvo. Pero hay cosas que necesitas saber, Daphne. Todo ha cambiado desde que cruzaste ese portal.

Daphne, con el corazón acelerado, escuchó atentamente a Calliope, preparándose para enfrentar las revelaciones que le aguardaban sobre los drásticos cambios ocurridos en su ausencia.

—¿Cómo está Farah? ¿Dónde está?

Calliope, al notar la preocupación creciente en Daphne, suspiró antes de compartir la información adicional.
—Daphne, hay algo más que debes saber. Farah también desapareció en circunstancias extrañas. Rosalind, con el apoyo de la Reina Luna, orquestó su desaparición para tomar el control como directora de Alfea.

Daphne se quedó en silencio por un momento, procesando la impactante revelación. La traición y la confusión se mezclaron en sus pensamientos. Determinada a descubrir la verdad y restaurar el orden en Alfea, Daphne agradeció a Calliope por la información y se preparó para abordar cada uno de los temas.

Daphne, al regresar a Alfea, quedó perpleja al encontrarse en el patio principal a Andreas, el hermano del rey Erendor. La sorpresa se reflejó en sus ojos, y el asombro la dejó momentáneamente sin palabras. La noticia de la supuesta muerte de Andreas en la batalla de Aster Dell había sido un golpe para todos, y verlo allí, de pie y aparentemente ileso, generó una mezcla de emociones en ella.

El corazón de la reina latía con fuerza mientras se acercaba a Andreas, sin poder contener la sorpresa que la embargaba. La incredulidad se reflejaba en sus ojos cuando finalmente pudo articular palabras.

—Andreas, ¿eres tú de verdad? Pensábamos que... que...

Las palabras se le atascaban en la garganta, y la confusión se dibujaba en su rostro. Se acercó aún más, inspeccionando cada detalle de su figura, como si necesitara comprobar que no era un espejismo.

—¿Dónde has estado todos estos años? Creíamos que... —no lograba encontrar las palabras adecuadas, estaba abrumada por la mezcla de emociones—. ¿Cómo es posible que estés aquí ahora?

Andreas se tomó un momento antes de contestar a Daphne.

—Daphne, necesito que sepas algo doloroso. En la batalla de Aster Dell, Saul intentó... él intentó acabar conmigo. Yo estaba herido y vulnerable, y él creyó que era el fin. Pero algo inesperado ocurrió. No morí en sus manos, me vi envuelto en las sombras hasta que alguien me salvó.

Daphne se quedó en silencio, procesando la revelación impactante. La traición de Saul y la confesión de Andreas crearon una mezcla de emociones intensas.

—Estuve escondido, sintiendo que no podía enfrentar la realidad de lo que sucedió. No sabía que pensarías de mí, y temía el juicio de todos. Pero ahora, estoy aquí, dispuesto a afrontar las consecuencias de mis acciones y encontrar una manera de seguir adelante.

Daphne asintió, sintiendo una amalgama de emociones que iban desde el asombro hasta la compasión. Pero aún así la reina no creía del todo la versión de Andreas pues conocía bien la de Saul y era ligeramente distinta.

—Andreas... ¿Dónde está Saul ahora?
—Lo mandaron a Polaris hace unos días.
—¿A Polaris? Saul no es un hada, eso es una muerte segura para él.
—Intentó matarme, Daphne.
—¿Dónde está Farah? Tengo que hablar con ella.
—¿No lo sabes?
—¿Qué se supone que debo saber?
—Farah huyó.
—¿Qué? —rió amargamente Daphne. —Farah jamás huiría, ¿por qué lo haría?
—Rosalind decidió reclamar la dirección de Alfea y Farah huyó. La reina Luna mandó a un batallón a buscarla pero lo descartó tras el primer mes.

—¡Daphne! —exclamó Bloom desde la otra punta del patio. Sin pensarlo la adolescente corrió hacia su hermana y la abrazó con fuerza sintiendo un poco de paz en aquellos meses infernales que habían pasado para ella y la mayoría de estudiantes de Alfea.
—Bloom. Tenemos que hablar en privado. Un placer verte, Andreas —pidió Daphne y cuando Bloom asintió ambas se marcharon.

DAPHNE (Farah Dowling)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora