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Farah, sintiendo la tensión palpable en la habitación, decidió que un cambio de escenario sería beneficioso para Daphne. Con suave determinación, sugirió:
—Daphne, ¿qué te parece dar un paseo? Tal vez necesitas un respiro después de todo lo que ha sucedido.

Daphne, aún absorbida por los pensamientos y emociones desencadenadas por las revelaciones, asintió lentamente.
—Sí, un paseo suena bien.

Ambas mujeres salieron del despacho y se dirigieron hacia los jardines de Alfea, donde la luz del sol se filtraba entre las ramas de los árboles. El aire fresco y la serenidad del entorno ofrecían un respiro bienvenido.

Farah caminaba a la par de Daphne, dando espacio para el silencio mientras ambas procesaban lo sucedido. Finalmente, Farah rompió el silencio.
—¿Cómo te sientes, Daphne? Esto debe ser abrumador.

Daphne, mirando al horizonte, suspiró profundamente.
—Es todo tan desconcertante, Farah. Mi madre, los quemados, Luna... siento que cada pieza de mi vida se está moviendo y no sé cómo encajan.

Farah le dedicó una mirada comprensiva.
—Estoy aquí para apoyarte en lo que necesites. No estás sola en esto, y enfrentaremos cada desafío juntas.

Daphne asintió, agradecida por la presencia de Farah a su lado. El paseo continuó, llevándolas por senderos bordeados de flores y fuentes. Daphne comenzó a relajarse gradualmente, permitiendo que la serenidad del entorno calara en su ser.

—La verdad es que no sé qué nos depara el futuro, Farah, pero estoy agradecida de tenerte a mi lado. —expresó Daphne con sinceridad. Farah sonrió.
—Y yo agradecida de tenerte a ti. Juntas enfrentaremos cualquier desafío que venga.

A medida que avanzaban por los jardines, el peso de las preocupaciones parecía disiparse, dejando espacio para un momento de tranquilidad entre las dos mujeres. Sabían que las incertidumbres y los peligros persistían, pero en ese instante, encontraron un respiro, un momento de conexión que fortalecería su determinación para lo que estaba por venir.

El invernadero de Alfea era un remanso de verdor y color, un refugio de la agitación del mundo exterior. Cuando Farah y Daphne entraron, encontraron a Ben, junto con Saul, ocupados en una charla entre amigos.

—¡Chicas! —exclamó Ben al verlas. —¿Cómo va todo?

Daphne suspiró, tomando asiento en la mesa donde se encontraban.
—Ha sido un día... intenso. Mucho ha sucedido en las últimas horas.

Farah asintió, agregando:
—Tenemos noticias sobre los quemados, sobre Rosalind, sobre todo. ¿Cómo ha ido todo por aquí?

Ben se rascó la cabeza, compartiendo una mirada rápida con Saul antes de decir:
—Bueno, los chismes sobre el rey Erendor están en todas partes. Todos hablan de su 'nueva amistad' con Daphne.

Daphne frunció el ceño.
—Oh, genial, más chismes...

Saul intervino, ofreciendo una perspectiva más pragmática.
—No podemos evitar los chismes, pero podemos centrarnos en lo que realmente importa. ¿Qué descubrieron sobre los quemados y Rosalind?

Daphne tomó aire antes de explicar detalladamente todo lo que habían descubierto. Desde la conexión de los quemados con su propia magia hasta la visita de Luna, pasando por el escape de Rosalind y el motivo detrás de la creación de los quemados.

Ben asimilaba la información, su rostro reflejaba preocupación.
—Entonces, tu madre está detrás de esto... Daphne, eso complica las cosas.

Farah, apoyando a Daphne, añadió:
—Estamos dispuestas a enfrentar cualquier cosa. Necesitamos encontrar una manera de detener esto y proteger a Alfea.

Saul se puso de pie, listo para unirse a la lucha.
—Estamos con ustedes en esto, chicas. Cuéntenme, ¿qué es lo siguiente?

Daphne les brindó una sonrisa determinada.
—Primero, debemos asegurarnos de que todos estén preparados para lo que viene. Luego, intentaremos encontrar a Rosalind y detendremos esto de una vez por todas. Y yo intentaré encontrar a mi madre. Creo que ha estado creando quemados para que la encuentre...

La conversación continuó, mezclando estrategias, emociones y el fuerte lazo de amistad que compartían. Mientras tanto, en el invernadero de Alfea, entre las plantas mágicas y el susurro de las hojas, los protagonistas se unieron para enfrentar los desafíos que el destino les tenía preparados.

Con la luz de la luna filtrándose por la ventana de la habitación, Farah y Daphne se recostaron en la cama, compartiendo el silencio inicial. Después de un día repleto de revelaciones y decisiones cruciales, Daphne finalmente rompió el silencio.

—Farah, hay algo que necesito decirte —comenzó Daphne, su voz llevando consigo un deje de vulnerabilidad. Farah le acarició suavemente la mano.
—Puedes decirme cualquier cosa, Daphne. Siempre estaré aquí para ti.

Daphne exhaló, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Tengo miedo, Farah. Miedo de perder todo lo que tenemos. Este nuevo giro con mi madre y los quemados... Rosalind, Luna, Erendor... es abrumador. Pero, más que nada, tengo miedo de perderte a ti.

Farah le apretó la mano con ternura.
—Daphne, estoy aquí. Siempre lo estaré. No importa lo que enfrentemos, lo enfrentaremos juntas. No voy a ir a ninguna parte.

Daphne asintió, pero aún llevaba el peso de sus miedos.
—A veces, el miedo es tan abrumador que me pregunto si seré capaz de manejar todo esto. No quiero que nuestra relación sufra, pero siento que todo se está saliendo de control.

Farah la atrajo hacia sí en un abrazo reconfortante. —Escucha, entiendo tus miedos, y los comparto. Pero enfrentaremos esto un día a la vez. No estamos solas, y no dejaremos que nada rompa lo que tenemos.

Daphne apoyó la cabeza en el hombro de Farah, sintiendo la calidez y la seguridad de sus brazos.
—Gracias por estar aquí, Farah. A veces, siento que eres la única constante en mi vida.

Farah besó suavemente la frente de Daphne.
—Lo somos el uno para el otro. Superaremos todo esto juntas. Y siempre estaré a tu lado.

Así, en la quietud de la noche, Farah y Daphne compartieron no solo sus miedos más profundos, sino también la certeza de que, sin importar los desafíos, su amor sería el faro que los guiaría a través de la tormenta.

Con la serenidad recién encontrada, Daphne y Farah se acercaron más el uno al otro, compartiendo el calor reconfortante de su amor. Los latidos de sus corazones se sincronizaron como una melodía suave mientras se dejaban llevar por la paz que encontraban en la presencia del otro.

Cerraron los ojos, entregándose al abrazo que trascendía las palabras. La cama se convirtió en su refugio, un lugar donde las preocupaciones se disipaban y solo quedaba el vínculo que habían construido con paciencia y dedicación.

Bajo la suave luz de la luna que se filtraba por las cortinas, Daphne y Farah se sumieron en el sueño, sabiendo que, juntas, eran capaces de enfrentar cualquier desafío que el mañana les presentara. Y así, abrazadas, se sumieron en un descanso reparador, listas para el nuevo día que les depararía el destino.

DAPHNE (Farah Dowling)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora