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El suave resplandor de la luz mágica de Daphne iluminaba el camino de densa oscuridad en las entrañas de Polaris. A medida que avanzaban, el frío que emanaba de las profundidades subterráneas se volvía más cortante y abrumador. De repente, ante ellas, un rostro conocido emergió de la escarcha, sorprendiendo a las hermanas.

—Silva... —murmuró Bloom, cuyos ojos se llenaron de asombro y preocupación al ver al especialista congelado en un bloque de hielo.

Daphne, con la mirada intensa, se acercó a la estatua de hielo que había sido su amigo. Pasó la mano sobre la fría superficie y luego volvió la vista hacia Bloom.

—¿Está...
—No, Bloom, no está muerto. Puedo sentir su esencia vital. Está congelado, atrapado en este estado por magia. Debemos liberarlo de inmediato para salvarle la vida. Hay que sacarlo. Pero antes debo encontrar a papá.
—¿Dónde está?
—La Magia de este lugar suele agrupar a los prisioneros. Me atrevería a decir que con el resto de reyes que han encerrado aquí por alguna razón.

Daphne con su Magia hizo que el cuerpo congelado de Saul se elevara y las siguiera mientras avanzaron por el gélido laberinto de Polaris en busca del rey Oritel. Su determinación ardía más fuerte que el frío que los rodeaba, y la esperanza de reunir a la familia impulsaba cada paso.

Finalmente, se encontraron frente a una imponente pared de hielo que bloqueaba el camino hacia adelante. Daphne, recordando las palabras mágicas enseñadas por su madre, intentó invocar el hechizo para abrir la barrera, pero algo parecía impedir su efectividad.

—No puede ser... —murmuró Daphne, frustrada, mientras observaba la barrera helada.

Bloom, mirando con preocupación a su hermana, notó la tensión en sus gestos. Entonces, Daphne tuvo una idea. Sacó el rubí mágico de Domino, una joya que había demostrado su poder en más de una ocasión.

Con cuidado, Daphne colocó el rubí en una grieta de la pared de hielo y, sin soltarlo, intentó nuevamente recitar las palabras mágicas. Esta vez, un destello brillante envolvió a la joya, y las palabras resonaron con una fuerza renovada. La magia del rubí se entrelazó con las palabras de Daphne, rompiendo la barrera helada y revelando un pasaje antes oculto.

La pared se desmoronó, revelando un camino hacia adelante. Daphne recogió el rubí y, junto con Bloom, atravesaron el umbral ahora abierto. Con cada paso, se acercaban más a la liberación del rey Oritel y a desvelar los misterios que ocultaba Polaris.

Bloom y Daphne avanzaron con cautela por el pasaje revelado, adentrándose cada vez más en el corazón de Polaris. A medida que se acercaban, las siluetas congeladas de otros prisioneros se perfilaban en las paredes, testimonio de los horrores que había presenciado ese sombrío reino. Sin embargo, su verdadero propósito era encontrar a su padre, y deshacer el hechizo que lo mantenía prisionero.

Al doblar una esquina, se encontraron ante la figura del rey Oritel, inmóvil y cubierto por una capa de hielo. El tiempo pareció detenerse mientras Bloom y Daphne absorbían la tristeza y la desesperación que se reflejaban en el rostro congelado de su padre.

Daphne, con los ojos llenos de lágrimas, avanzó hacia la figura de Oritel. La realidad de tener a su padre frente a ella después de tantos años la abrumaba. Extendió con delicadeza una mano temblorosa hacia el rostro congelado, acariciando la fría capa de hielo.

—Papá... —susurró Daphne, luchando por contener la emoción en su voz. Bloom permaneció a su lado, compartiendo el peso de ese momento doloroso.

Las lágrimas resbalaron por las mejillas de Daphne mientras sus pensamientos se desbordaban con recuerdos y emociones enterradas en lo más profundo de su corazón. Era la niña que había perdido a su familia, y ahora estaba de pie frente al padre que creía perdido para siempre.

—Vamos a sacarlo de aquí —dijo Bloom con determinación, apoyando a Daphne en ese difícil momento.

Daphne hizo que el cuerpo helado de Oritel se elevará también y andaron a toda velocidad hasta lograr salir de una vez por todas del laberinto helado con Saul y Oritel.

Al hacerlo, las escaleras por las que habían salido desaparecieron ante ellas.

Con determinación, Daphne comenzó a recitar un antiguo hechizo, destinado a deshacer la prisión de hielo que envolvía a Saul y a Oritel gracias a si fuego interior. A medida que las palabras mágicas resonaban en el aire, la escarcha que lo aprisionaba empezó a desvanecerse lentamente, revelando a los hombres en su forma original.

Bloom observaba con fascinación mientras el hielo se retiraba, liberando a ambos. Estos parpadearon, confundido al principio, pero luego reconocieron a Daphne y Bloom con una mezcla de sorpresa y gratitud.

—¿Daphne? ¿Bloom? ¿Qué está pasando? —preguntó Saul, aún recuperándose del impacto.

—Has estado congelado en Polaris. Estamos aquí para sacarte de este lugar. —Daphne le sonrió, aliviada de ver a su amigo recobrando la conciencia.

—¿Daphne? —preguntó Oritel al retomar la consciencia. La reina, sin importar la apariencias, se lanzó al suelo arrodillándose junto a su padre y abrazándolo con fuerza.
—Te he encontrado —musitó.
—Nunca dudé de ti —afirmó su padre.
—Te quiero. Te he echado tanto de menos. Creí que no volvería a verte.
—Todo ha pasado. Me has salvado.
—Papá —dijo Daphne levantándose y colocándose tras Bloom. —Te presento a Bloom.
—¿Bloom? ¿Eres tú de verdad? ¿De verdad estás viva? —preguntó Oritel poniéndose en pie.

Bloom asintió completamente incapaz de articular palabras. Simplemente dio un paso al frente y abrazó a su padre con fuerza.

Tras unos minutos Bloom se dirigió a su hermana.
—Daphne ¿y si Farah está aquí?
—No lo está.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque... Cada noche cuando se dormía... Le entregaba parte de mi Magia. En un hechizo antiguo para dar protección a tus seres queridos. Si hubiera estado aquí habría resonado con mi Magia. Y sé que está viva porque la protección que le puse impide que pueda morir a costa de la Magia de otros. Además mi Magia me hubiera alertado de ello. Volveremos a Alfea y la encontraré. Pero antes vamos al palacio de Domino.

Daphne se giró viendo como su padre acariciaba a aquel inmenso dragón al que él mismo había adiestrado.
—Se acuerda de ti —sonrió Daphne. —Subid los tres. Nos vamos. No tenemos tiempo.

DAPHNE (Farah Dowling)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora