El círculo de piedra se iluminó con una luz tenue mientras Daphne dirigía su magia. El susurro del viento mágico resonaba en el aire, creando una atmósfera cargada de expectación. A pocos pasos, Bloom, Aisha y Stella observaban con nerviosismo, tomadas de las manos, conscientes de que algo extraordinario estaba a punto de ocurrir.
Daphne cerró los ojos y comenzó a canalizar su magia a través del cristal con mucha más intensidad. Una onda de energía mágica se extendió desde el cristal hasta Farah, envolviéndola en una luz resplandeciente. Las runas mágicas en el suelo del círculo de piedra se iluminaron en respuesta a la poderosa magia que fluía.
—Vamos, Farah. Tienes que despertar —murmuró Daphne con determinación mientras concentraba todo su ser en el proceso de restauración.
En el proceso, imágenes parpadeaban en la mente de Daphne: momentos compartidos, risas, y la intensidad de su amor por Farah. Cada recuerdo se tejía en el tejido mágico que estaba creando para devolver la conciencia a su amada.
Bloom, Aisha y Stella miraban con asombro, captando destellos de la magia ancestral que emanaba de Daphne. Se dieron cuenta de que estaban siendo testigos de un acto mágico profundo y único, algo que solo podía lograr alguien con un lazo tan fuerte como el de Daphne y Farah.
Daphne notó cómo un rayo trataba de herirla pero alguien lo desvió y pudo ver en la distancia a Rosalind paralizada y a Griffin tras ella usando todo su poder para detener a Rosalind. Con un movimiento ligero de cabeza, Griffin dio a entender a Daphne que todo estaba bien y que se centrara en recuperar a Farah.
Pero Rosalind se resistía y gritaba el modo en que el hada de la mente merecía morir. Y Daphne, en un momento. Quitó su atención de recuperar a la mujer que amaba y con la ira rebosante en sus ojos se giró a Rosalind.
—¿Recuerdas lo que te dije? —preguntó Daphne.
—¡Farah era débil y tú eres igual!
—Si osabas ponerle un solo dedo encima, me encarcelarían de por vida. —Entonces Daphne lanzó un rayo de fuego que chamuscó por completo a Rosalind terminado con su vida y dejando a todos de piedra.La Magia de la reina de Domino se intensificó, y cuando volvió a dirigir su Magia a Farah, el cristal de convergencia brillaba intensamente, reflejando la conexión entre ambas mujeres. Daphne sentía el peso de la responsabilidad y la urgencia. Cada latido de su corazón resonaba con el deseo de ver a Farah abrir los ojos.
De repente, en medio de la intensa luz, los párpados de Farah se movieron. El cristal de convergencia explotó en cientos de pedazos. Un suspiro escapó de los labios del hada de la mente, y su mano se aferró suavemente al borde de la mesa de piedra donde Daphne la había colocado anteriormente. La magia había cumplido su propósito: Farah estaba regresando a la conciencia.
—Farah... has vuelto... —susurró Daphne con un alivio palpable, permitiendo que una sonrisa se dibujara en su rostro. Posteriormente sus rodillas fallaron debido a la energía, esfuerzo y magia que había empleado y su hermana, Bloom, acompañada por Stella y Aisha la sostuvieron impidiendo que cayera ayudándola a recomponerse.
Farah abrió lentamente los ojos, revelando un brillo renovado. Se encontró con la mirada amorosa de Daphne y, poco a poco, se incorporó.
—Daphne, ¿qué ha sucedido? —preguntó Farah, aún asimilando la situación.
—Es una larga historia. Ahora necesitas descansar.
—Y tú también —dijo Bloom a su hermana.
—Me ocuparé de esto —dijo Griffin refiriéndose al cadáver de Rosalind.
—¿Esa es Rosalind? —preguntó Farah.
—Te lo contaré todo. Pero tienes que descansar —dijo Daphne. —Deberíamos irnos.
—No puedo abandonar la escuela.
—Luna me ha declarado la guerra.
—¿Qué? Daphne hay algo más. Saul, creo... Creo que está en Polaris.
—Farah descuida Saul está a salvo en Domino y tú también lo estarás. Varias de mis tropas cuidarán de Alfea. No es negociable ahora mismo, estás muy débil.La dragona esperaba a las chicas a las afueras de la barrera.
—Griffin —dijo Daphne.
—Estaré bien, querida, te mantendré informada.
—Gracias ¿podrías... sé que es mucho pedir pero podrías ocuparte de Alfea cuando lleguen mis tropas?
—Descuida.
—Yo también me quedo —declaró Aisha. —Me quedó con las demás de la suite, estaremos bien y os avisaremos alteza.
—Muchas gracias Aisha —declaró Daphne y conjuró un pequeño broche que le entregó al hada del agua.
—¿Qué...
—Ahora no solo eres amiga de Bloom, eres una aliada de Domino. Cualquier cosa que necesites no dudes en pedirla.
—Es un honor.Aisha se marchó a la escuela y Daphne hizo llegar a otro dragón.
—Stella es mejor que vengas a Domino con nosotros. No estás a salvo aquí.
—Daphne no quiero ser una molestia.
—No eres una molestia, Stella. Tienes una familia allí. Haz demostrado ser tan parte de Domino como los demás.
—Gracias —musitó Stella abrazando a Daphne.Daphne ayudó a Farah y las cuatro cruzaron la barrera para llegar hasta los dragones.
—Bloom, Stella. Iréis en ese. Farah y yo en este otro. Estoy cansada y no sé si llegaré volando por mí misma a Domino. Agarraos bien y seguid a mi dragón.
Todas subieron a las respectivas criaturas y ambas se elevaron en el cielo. Farah se encontraba abrazando a Daphne por la espalda para no caerse.
—Gracias —musitó Farah. —Gracias por no darte por vencida.
—Ni en cien años habría dejado de buscar —declaró Daphne observando al frente al portal al que se dirigían. Una de sus manos se movió hacia la de Farah, que se encontraba en su abdomen y la apretó entrelazando sus dedos. —Siento lo que has tenido que pasar.
—No ha sido culpa tuya.
—Aún así.Las cuatro llegaron a Domino rápidamente y sin contratiempos y comenzaron a divisar el gran patio del palacio desde el aire.
—¿Son ellas? —preguntó Saul observando desde un balcón junto a Calliope, entonces Marion y Oritel aparecieron a paso apresurado.
—¡Hemos visto dos dragones! —exclamó Marion.
—¿Serán mis hijas? —preguntó Oritel.
—Montando dragones de la corte solo pueden ser ellas —declaró Calliope observando las dos manchas aladas en en cielo de Domino.
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DAPHNE (Farah Dowling)
RomansaTras la desaparición del rey Oritel, la reina Marion y la princesa menor, Bloom. El reino de Domino quedó en manos de la hija mayor de los reyes, Daphne.