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Farah y Daphne avanzaron con paso apresurado hacia la entrada de Alfea, pero algo en el ambiente les hizo detenerse en seco. El despacho de Farah, un lugar que debería permanecer cerrado y resguardado, estaba entreabierto como un indicio de intrusión. Un escalofrío recorrió sus espaldas cuando se percataron de la anormalidad.

Decidieron abordar el problema de frente, encaminándose hacia el despacho. Al llegar, confirmaron sus peores temores: alguien había vulnerado la seguridad del lugar. Pero la sorpresa no terminaba ahí. El pasadizo que conducía a la cámara de contención de Rosalind también estaba abierto, revelando la fuga de la misteriosa prisionera. Una tensión creciente se apoderó de ellas, conscientes de que se enfrentaban a una nueva y desconcertante amenaza que se cernía sobre Alfea.

Con miradas de determinación y el eco de sus pasos resonando en los pasillos, Farah y Daphne descendieron rápidamente hacia la cámara de contención. La incertidumbre y el presentimiento de peligro inminente les impulsaron a actuar con rapidez, sin saber qué encontrarían al final del pasadizo.

El corredor, iluminado por luces titilantes y tenues, se extendía frente a ellas. Cada paso resonaba como un eco ominoso en el silencio que envolvía el lugar. Farah apretó suavemente el hombro de Daphne, una conexión silenciosa entre ambas que expresaba una mezcla de preocupación y determinación.

—Algo no va bien. —Farah miró a Daphne, buscando en sus ojos alguna respuesta a las preguntas que ya se formaban en sus mentes—. ¿Cómo podría alguien abrir estas cerraduras?

Daphne frunció el ceño, su mente trabajando a toda velocidad para descifrar el misterio. La seguridad de Alfea, particularmente la relativa a prisioneros peligrosos como Rosalind, siempre había sido una prioridad.

—Solo unos pocos conocen estos pasadizos y las medidas de seguridad asociadas. Deben haber tenido ayuda interna.

Farah asintió, consciente de la gravedad de la situación. Mientras avanzaban, el corredor se volvía más oscuro y opresivo. El suave murmullo del viento resonaba, llevando consigo una sensación de inquietud.

Finalmente, llegaron a la entrada de la cámara de contención. La puerta estaba abierta de par en par, revelando un espacio vacío que debería albergar a Rosalind. Daphne activó su magia de fuego, creando una luz tenue que iluminaba la escena. Pero lo que encontraron les dejó sin aliento.

—¡Dios mío! —exclamó Farah al ver la celda vacía—. ¿Cómo ha podido escapar?

Daphne inspeccionó el lugar, su corazón latiendo con fuerza. No quedaba rastro de lucha ni signos de violencia. La fuga parecía ser obra de alguien que conocía el funcionamiento interno de Alfea.

—Tenemos que encontrarla antes de que cause algún daño. ¿Tienes idea de hacia dónde podría haber ido?

Farah frunció el ceño mientras pensaba.
—Si alguien la liberó, debe tener un propósito. Tenemos que buscar algo que nos dé alguna pista.

Ambas se adentraron en la cámara de contención, examinando cada rincón en busca de cualquier indicio que pudiera revelar el misterioso escape de Rosalind. La incertidumbre se cernía sobre Alfea, y la misión de Farah y Daphne era desentrañar el enigma antes de que las consecuencias fueran irreparables.

A la mañana siguiente, una noticia llegó a Alfea como un eco sombrío, agitando la rutina con una urgencia inesperada. Daphne, con la seriedad que acompañaba a las responsabilidades reales, recibió una carta, donde le informaron de la trágica muerte del rey de Melodia y la necesidad de su presencia en la coronación de la princesa Galatea.

Daphne, al recibir la noticia, sintió el peso de sus deberes reales mezclado con la preocupación por lo que esto significaba para su relación con Farah y todo lo que estaba sucediendo en Alfea. Buscó a su compañera, encontrándola en la biblioteca, inmersa en un libro sobre la historia de los reinos mágicos.

DAPHNE (Farah Dowling)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora