capítulo uno

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Omnisciente;


Eran las dos de la mañana. El jefe de la policía de Ladpow, Yordan Petrova, se había acostado hace unos diez minutos en el cuarto de un hotel barato en Montreal, disfrutando no tanto de su fin de semana festivo. Estaba apenas cerrando los ojos cuándo el teléfono que usaba exclusivamente para el trabajo sonó sobre la mesita de noche. Una vez, dos veces, tres veces.

No atendió. Necesitaba dormir bien porque a la mañana siguiente volvería a su pueblo conduciendo, y tampoco podía dormirse en plena carretera llena de nieve.

El teléfono sonó una cuarta vez y se calló por fin. ¿Quién era el desubicado que llamaba en plena navidad? Él oficial se dio vuelta entre las colchas dispuesto a dormir para levantarse al otro día y poder llegar temprano al trabajo, cuándo sus oídos volvieron a escuchar el sonido de un segundo teléfono, que esta vez venía de su maleta. Su teléfono de uso personal.

De mala gana, se paró de la cama y, descalzo, caminó molesto y resignado al teléfono celular. Abrió la maleta y vio la luz de la pantalla, que sobresalía en la oscuridad. Sin fijarse quién llamaba, atendió.

—¿Quién habla? —preguntó de forma brusca.

Lamentamos molestarlo a esta hora señor, pe... —dijo Logan Barker, uno de sus mejores oficiales, al otro lado de la línea. Yordan lo interrumpió.

—Son las dos y veinte de la mañana, Barker, y es navidad, y encima éste es mi número personal. ¿Qué les tengo dicho de llamar a este número?

Señor, le ruego que no se enoje y nos escuche —por como sonaba su voz, Petrova se sorprendió de escuchar un tono de temor, que rara vez percibía en sus oficiales.

—Más vale que tengas un buen motivo para llamar a esta hora...

Creo que sí: tenemos a una adolescente en el hospital, en estado crítico por dos disparos en el torso. Un detenido del cuál sospechamos que es culpable de homicidio en cuatro, y me arriesgaría a decir que cinco, ocasiones. Dos secuestrados y un par de testigos.

A Petrova casi se le cayó el celular de la palma de la mano.

—¿Todo eso en una noche?

Sí; demasiado movida, ¿no le parece?

—Demasiado, pero creo que deberían aprender a proceder ustedes solos. Yo llego mañana a Ladpow y...

No, señor —luego de trabajar durante todos aquellos años, esa fue la primera vez que Barker lo interrumpió —. En serio lo necesitamos. Esto es realmente un desastre.

—Voy para allá —finalizó resignado, antes de colgar.

Durante todo el camino, Yordan pensó únicamente en el montón de trabajo que le esperaba cuándo volviera. No era ni remotamente parecido a lo que tenía planeado en mente. La idea era irse un fin de semana a pasar la navidad lejos, y volver con la mente despejada para rendir de la mejor forma, pero con todo lo que le habían dicho, no encontraba forma de mentalizar su vocación de forma positiva.

No pasó ni siquiera por su casa para dejar el equipaje, y cuándo llegó a la única estación de policía del pueblo en el que vivía, y de la cuál él estaba a cargo, estaba completamente llena y todos estaban alterados. Iban de acá para allá, mirándose nerviosa y sombríamente. Era la primera vez que pasaba algo así, tan grande, en un pueblo tan chico cómo Ladpow. Tenía sentido que todos estuvieran alerta.

—El informe —pidió, sin siquiera saludar, cuándo puso un pie dentro. No tenía puesto ni el uniforme. Lo único que delataba su profesión era la placa de policía, sobre el cinturón del pantalón de vestir.

RAMÉ © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora