capítulo treinta y cinco (final)

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June;


—¡Payton! —grité.

Ella me sonreía a unos metros de distancia de mí y, junto a ella, George me esperaba, moviendo la cola y sacando la lengua.

Desesperada, corrí hacia ellos, lo que incitó a George a que hiciera lo mismo y comenzara a acercarse a mí ladrando feliz, saltando y levantando pajaritos cada vez que asentaba la patita en el piso. Si esto era un sueño, no quería despertarme nunca.

Me agaché junto a él cuándo lo tuve enfrente, mientras lo abrazaba, besaba y lloraba al mismo tiempo, pero siempre con una sonrisa. Era mi George, y estaba ahí, y estaba bien, y eso era lo único que realmente me importaba. Si no había podido despedirme, aquel era el momento ideal para hacerlo.

—Hola, bonito —susurré, sonriendo mientras las lágrimas caían una tras otra —. ¿Me extrañaste? ¿Sí? Yo también, te juro que yo también.

Lo abracé con fuerza.

—¿Qué dejas para mí?

Levanté la mirada y vi a Payton parada de pie junto a nosotros. Estaba vestida como siempre, y me sonreía, brillantemente, como lo había hecho toda mi vida.

Me puse de pie y la abracé con muchísima más fuerza.

Sentir que me devolvía el abrazo con la misma fuerza me hizo sentir en casa. Largué un sollozo, y ella me acarició la espalda.

—Lo siento —murmuré —. Lo siento por todo.

—June, ya está.

—No, no está. Yo fui una insensible, y una perra, y te lastimé. Y...

—June, basta.

Me tomó por los hombros y me alejó.

—No pude salvarnos —murmuré.

—Ya está. Ya pasó. No vas a cambiar los hechos.

Sorbí mi nariz.

—Pay...

—Ven —dijo, y tomó mi mano.

Comenzamos a caminar, ella me guiaba. George nos siguió, moviendo la cola contento.

Todo a mi alrededor parecía tan lindo, tan calmado, tan agradable, que aunque intentara pensar en otras cosas, no podía.

¿Así se sentía morir?

—¿Estoy muerta? —pregunté, de repente.

La escuché reír, a mi lado.

—Aún no.

—¿Cómo que aún no?

—Hoy es decisión tuya, tu lo vas a elegir —dijo, calmada —. Puedes quedarte y volver a tu vida, o puedes descansar por fin. Puedes volver a la batalla, como la guerrera que eres, o aceptar que tu tiempo está llegando.

—¿Mi tiempo?

—Mhm.

—¿Tú elegiste irte? Es decir, ¿quedarte aquí?

—Yo no tuve elección.

—¿Y por qué yo sí?

—Porque tu estas medio viva, y medio muerta.

—¿Estoy alucinando?

—Puede ser —Payton sonrió —. Ellos están haciendo de todo para salvarte, pero no corre por su cuenta.

RAMÉ © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora