capítulo trece

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June; 


Salí de casa en el momento en el que Corbyn me dijo que estaba afuera. Tal y cómo me había prometido, estaba en la entrada, esperándome.

Sonreía, pero cuándo llegué a su lado, noté que su mirada no era la habitual en él. Mi preocupación se hizo muy notable rápidamente.

—¿Pasó algo? ¿Estás bien?

—Sí, mi padre. Es un idiota —contestó con bronca. Su mano formaba un puño que volvía sus nudillos tan blancos como el papel, mientras sus uñas se clavaban en la palma de su mano.

—Ey... —susurré, poniendo mi mano en su hombro —¿Quieres contarme qué pasó?

Y ahí, señoras y señores, Corbyn Harris se derrumbó. Fue la primera vez que lo ví llorar, y jamás lo olvidé.

Lo más curioso de todo era que la última vez que alguno de nosotros había visto al otro llorar, había sido él.

Yo me derrumbé, y él me abrazó para evitar que cayera. Ahora yo hacía lo mismo.

—Está bien... —susurré, mientras su cabeza se escondía entre mi hombro y mi cuello, y mis manos sobaban su espalda.

Me di cuenta que estaba realmente mal por la forma en la que sollozaba y sus hombros se sacudían. Lloró por los siguientes cuatro minutos, hasta que finalmente se calmó.

—¿Quieres decirme qué pasó?

—Mi padre. Eso pasó —se separó de mí. A pesar de que estaba muy oscuro, pude notar sus ojos rojos y sus mejillas mojadas. Puse mis manos en ellas y con mis pulgares limpié las lágrimas que aún no se habían detenido —. Él, sus estúpidos comentarios, su forma de actuar conmigo, todo... sé que es un idiota, pero es mi padre al mismo tiempo.

—¿Te insultó?

—No, pero hizo algo parecido...

—Oh, Corbyn... —susurré con tono comprensivo, mientras lo abrazaba de nuevo —¿No has pensado que tiene esa actitud contigo y tu madre porque le cuesta comunicarse?

—No, tiene esa actitud porque es un imbécil. Ojalá que el día que mi madre muera, no sienta más que culpa y remordimiento...

—No es bueno desear el mal a la gente, Corb...

—No me importa si el mal es para alguien que es cruel con la poca gente que lo rodea... —dijo. La bronca era evidente en cada palabra que salía de su boca. Se notaba a kilómetros que estaba muy enojado.

En ese momento, sentimos un golpe detrás nuestro y nos dimos vuelta: Tanner y Tyler corrían cada uno con dos libros en sus manos, y Chester los perseguía. Usaba un pijama, pantuflas y en su rostro llevaba una mascarilla de carbón.

Por Dios, era más mujer que yo.

Los gemelos se frenaron, a una distancia considerable de Chester.

—¡Devuelvanme eso! —les gritó.

—Ven por él... —susurró Tyler con malicia.

Chester parecía estresado.

—Tengo que estudiar... el lunes tengo examen.

—¿Quieres tus libros? —sonrió Tanner. Chester suspiró y asintió —Entonces ven por ellos...

Chester corrió hacia ellos, pero volvieron a alejarse. Volvió a correr hacia ellos, pero Tanner y Tyler fueron esta vez más lejos. Entonces, tan súbitamente cómo habían aparecido, Chester suspiró y gritó:

RAMÉ © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora