capítulo siete

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June;


Lunes 3 de Septiembre. Eso significaba una cosa: bienvenidos al peor año de mi vida.

Éste era mi último año de preparatoria, lo que significaba que la presión académica había aumentado casi el triple, y que, técnicamente, durante todo un año, me tocaba volverme una adulta y madurar. Principalmente madurar. Debía escoger una carrera e ir a la universidad, la cuál mis padres pagarían, lo que provocaría una deuda que, aunque nadie lo dijera, debía pagar de alguna forma y, de paso, aprender a ser autosuficiente. Pero debía escoger bien, porque a eso me dedicaría el resto de mi vida.

¿Por qué nadie nos habla de lo pesado que es crecer a veces?

Abrí los ojos pesadamente, más dormida que despierta, cuando vi que mi hermano, Tanner, estaba dormido en mi cama, abrazado a George. Los dos estaban sepultados bajo mis sábanas.

Y entonces decidí que era hora de tomar venganza por lo que me habían hecho en el avión.

¿Rencorosa dónde?

Me paré en la cama, levanté a George sin que Tanner se percatara, y cuando mi perro estuvo en el piso, comencé a saltar.

Mi hermano, en una mezcla de miedo, pánico e incertidumbre, se despertó de un salto y se cayó de la cama.

—¡TERREMOTO! —gritó, empanicado.

Mi risa era lo único que se escuchaba cuándo Tanner se paró, frotándose la cabeza.

—Estás enferma.

—Es mi venganza, Spanky.

—¡¿Venganza de qué?! —gritó, enojado.

—¡Del avión!

—¡¿En serio eres así de rencorosa?! ¡Ya supéralo!

—No. Así soy, y puedo ser mucho peor. Tu decides.

—¡¿Por qué tenías que ser libra?! —preguntó Tanner, haciendo como que lloraba.

—¡¿QUIÉN SE MUERE?! —gritó mi papá de golpe, abriendo la puerta de mi habitación.

Tanner y yo nos dimos vuelta, para ver a Papá en el umbral de la puerta, con el pijama y el pecho moviéndose agitadamente. Sujetaba el palo de una escoba entre las manos, listo para pegarle a alguien.

—¿Qué les pasó? ¿Están todos bien?

—Sí —asentí.

Mi hermano asintió conmigo.

—Algún día tendrán que llevarme a un psiquiatra —se dió la media vuelta para irse y gritó desde el pasillo—. ¡Louise, nuestros hijos casi me dan un infarto!

—¡No sería la primera vez! —escuchamos gritar a mi mamá desde su cuarto.

Me senté en mi cama, mientras tomaba mi celular y miraba la hora: 7:08 a. m.

Vuelvo a preguntar: ¿Por qué tenemos que crecer?

—¿Por qué sigues aquí? —le pregunté a mi hermano cuando levanté la mirada y me di cuenta de que todavía no se había ido —Vete así me puedo cambiar en paz.

Tanner caminó hasta la puerta de mi cuarto y la cerró, ya que mi padre la había dejado abierta, y se dio la media vuelta. Me miró serio, y, por un momento, creí que se había vuelto mi madre.

—¿Qué te pasa? ¿Qué hice ahora?

—Te voy a contar algo —dijo, mientras caminaba de un lado al otro de la habitación, como si hubiera hecho la cosa más grave del mundo, y él me estuviera reprendiendo.

RAMÉ © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora