capítulo veinticuatro

2 0 0
                                    


Corbyn;


Habían pasado un par de días desde la última vez que había visto a June. Había estado un poco distante aquellos últimos días, pero quise darle su espacio. Tampoco era como que quería estar encima de ella todo el tiempo, tenía que aprender a lidiar con todo sin compañía, porque me gustara o no, June era una persona independiente a mi. No me necesitaba.

Ese día me había llamado, y decidimos salir a caminar y dar un paseo. Aún faltaban un par de fechas para que el 25 de diciembre llegara, pero ese día June me contó que sus padres le habían dicho a sus hermanos y a ella que sus tíos Mark y Brittney iban a llegar a Ladpow unos días antes, y que se quedarían hasta después de año nuevo.

No puedo ni contar la cantidad de veces que June me había hablado de sus famosos tíos Mark y Brittney. Lo que sabía era que Mark era amigo de su padre y que había sido amigo del mío, pero qué hacía lustros que no se veían. De Brittney había visto una foto nada más, una foto con June que ella tenía en un portaretrato sobre la mesita de noche, al lado de su cama.

La verdad era que tenía bastantes ganas de conocerlos, por todo lo que June me había contado sobre ellos y el amor con el que los describía me hacía sentir que eran muy buenas personas.

En ese momento estábamos caminando de vuelta a su casa. Habíamos ido a visitar a Bobby y a Payton al cementerio, y me quedé con ella cuándo se largó a llorar, aunque esta vez había llorado un poquito nada más. Les habíamos dejado un ramo de flores a cada uno de ellos, y también quiso dejar otros dos: uno a sus abuelos, y otro a Elizabeth.

A June le parecía inhumano que nadie los recordara. Sus abuelos no habían sido las mejores personas, pero estaba seguro de que, en caso de haberlos conocido, June los habría amado muchísimo, y ellos a ella. Porque eso era lo que June hacía: amaba a las personas con tanta fuerza que todos siempre le terminaban correspondiendo. Aunque era imposible amar con la intensidad con la que ella amaba. Y yo sabía que, aún sabiendo todo lo que Henry y Josephine Durand habían sido, y todo lo que habían hecho, ella los amaba lo mismo. Porque eran su familia; su sangre.

Y bueno, con respecto a Elizabeth, creo que sobraban las razones para llevarle flores y recordarla. June, como nadie más, comprendía exactamente lo fea que había sido su situación. Y ella, como nadie más, comprendía el por qué de su "suicidio", y el por qué de no querer vivir más en un mundo dónde ser libre y el miedo constante no eran una elección propia, sino que dependían de alguien más. De un enfermo.

Eran las 8,37 de la noche y nos encontrábamos a cuatro calles de la casa de June. Caminábamos en silencio, sin decir nada, mirando y admirando Ladpow. Tomé su mano, fría como la porcelana, y casi al instante sus dedos se entrelazaron con los míos.

Ladpow era simplemente precioso. Me había mudado durante el verano, y aquella estación, en ese lugar, era bellísima. Pero en el invierno, la belleza era de otro nivel. La nieve cubriendo el techo de casas antiguas y elegantes, y el lago cubierto de hielo; el frío en la punta de los dedos y la nariz roja.

Todo lo que tenía que ver con el invierno era simplemente precioso. Y, para mí, era lo más justo: un lugar hermoso en conmemoración de una persona hermosa.

En la escuela había aprendido que el nombre Ladpow venía de Lady Diana, Princess of Wales. Yo la consideraba un ejemplo a seguir, una especie de heroína personal.

De todas formas, volviendo a la realidad, con June continuamos caminando en silencio. Cruzamos por la plaza central, dónde nos habíamos visto por primera vez, y por enfrente del ayuntamiento.

RAMÉ © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora