capítulo cuatro

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June; 


Lo único que recuerdo es estar sentada en el sofá, mirando hacia el piso, con la imagen del ataúd blanco de mi hermano grabada en mi mente. Una imagen que no podía borrar. Habíamos vuelto del funeral, y mi casa estaba repleta de gente, pero lo único en lo que podía pensar era en mi hermano muerto, y las palabras de su lápida:


BOB NICHOLAS AMERY

6/12/2010 - 18/08/2018

POR SIEMPRE EN NUESTROS CORAZONES, BOBBY


Bobby siempre me decía que los vestidos me quedaban bien, pero no me gustaban, así que casi que ni los usaba. Ese día si me puse uno. Lo tenía al fondo del armario, y cuando lo ví, lo primero que mi cabeza dijo fue: por él; por mi hermano, por Bobby. Así había terminado en el sofá de la sala de mi casa, con un vestido negro y unas converse blancas, para asegurarme de no perder mi escencia. 

Mis brazos estaban sobre mis rodillas, y mi cabeza agachada. Estaba mirando a la alfombra.

—June —susurró Payton, apareciendo junto a mi. Venía con Chester, quien se sentó a mi lado y pasó su brazo derecho por mis hombros.

—No has comido en todo el día.

—Estoy bien —mentí, con la voz ronca.

—No, linda, no lo estás —dijo mi mejor amiga, agachándose frente a mí y buscando mi mirada. Cuando sus ojos azules encontraron los míos, puso su mano en mi mejilla —. Tienes los cachetes húmedos. Ya has llorado demasiado. Tienes que calmarte un poco.

—Lo extraño mucho —dije, mientras sentía como mi nariz comenzaba a picar de nuevo y un nudo se formaba en mi garganta. Chester me atrajo hacia sí para abrazarme.

—Todos lo extrañamos mucho —susurró, y él tenía la voz casi tan mal como yo.

Había escondido mi cara en el espacio que había entre la cabeza y los hombros de mi hermano un año menor que yo. Pero, aunque intenté esconderme de los problemas, no pude evitar pensar en que tenían razón. Ya había tenido suficiente. Sorbí mi nariz, y me senté bien en el sillón, dispuesta a dejar de llorar. Sufrir no lo sé, aún tenía tiempo para el duelo.

Lo hecho, hecho está. Y aunque yo llorara, pataleara y chillara para que me devolvieran a mi hermano, no iba a pasar.

—¿Quieres ir al baño y luego vamos a comer algo? —me ofreció Payton. Parecía muy preocupada, así que asentí. Pasando entre medio de la gente, aparentemente de luto, subimos las escaleras hasta el baño. No estaba ocupado, por lo que entré sola y cerré la puerta.

Me miré al espejo, daba asco.

Mis ojos desiguales estaban rojos, mi piel estaba tan blanca que se notaban las venas de mi cuello y hombros, y las ojeras que tenía eran de otro mundo. Me lavé la cara, las manos, traté de acomodar un poco mi cabello desordenado, y salí de nuevo, tratando de enfrentarme a la horrible realidad.

Chester y Payton no se habían ido, y me estaban esperando en el pasillo. Cuando Pay me vio, sonrió a medias.

—Ahora pareces más humana —dijo, bromeando. Dí la sonrisa menos falsa que había dado en varios días, aunque no sentía el ánimo suficiente para estar contenta o, simplemente, bien.

RAMÉ © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora