capítulo diecisiete

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June; 


Mi madre nos dejó a mis hermanos y a mí en la escuela cómo todos los días. Estábamos los cuatro parados en la acera frente a la entrada. Observé mi celular, antes de suspirar.

Miré a mis hermanos, que aún no se habían ido. Los tres me observaban, curiosos.

—Entren ustedes —dije, inquieta —. Yo tengo que hacer unas cosas antes.

—¿Estás bien? —preguntó Chester.

—Ya te he dicho muchísimas veces que sí. No me pasa nada —dije, abruptamente.

—Nos preocupas.

—No hay porqué. Estoy bien —dije, pero sus ojos me dijeron que aún no me creían —. Si estuviera mal, se los diría.

—No, no lo harías —dijo Tanner, seriamente —. Ese es el problema. Porque no querrías preocupar a nadie. Pero es grave, porque el amor que tienes por nosotros, es más grande que el que te tienes a tí misma.

—Que tengas un lindo día, June —dijo Chester.

Y, de la nada, se fueron los tres, dejándome con la palabra en la boca.

Comencé a caminar a la esquina molesta, dónde me encontraría con Corbyn.

Quizás estuvo mal hablarles a mis hermanos de esa forma, es decir, ellos no tenían la culpa de nada. Pero yo no podía seguir esperando.

Corbyn y yo necesitábamos hablar si o si de lo que habíamos investigado anoche. Me había pasado la noche analizando las posibilidades de que el psicópata estuviera haciendo todo aquello para tomar venganza contra mi abuelo, y de paso contra mi mamá. O, incluso, contra mi abuela.

Pero tenía millones de preguntas sin respuesta: ¿Por qué contra mi madre si no había hecho nada? ¿Por qué me perseguía a mí, si ya se había llevado a mi hermano? ¿No era dolor suficiente para mi familia? Primero Elizabeth, luego mi abuelo, luego mi abuela, mi hermano, y yo iba por el mismo maldito camino.

¿Acaso ya no había tenido suficiente? ¿O estaba buscando algo más?

Algo que Corbyn y yo ignorábamos, pero que para él, tenía el valor suficiente para matar a varias personas en el proceso.

Un proceso de años.

Miré a mis hermanos a lo lejos, y me dí cuenta de que ellos eran la razón por la que yo buscaba librarme de todo este lío.

—Hola, June.

Pegué un salto, y me dí media vuelta. Corbyn me mostraba una sonrisa inocente, mientras sus manos estaban en los bolsillos del pantalón de su uniforme.

Lo miré de mala forma.

—¿Quién te dio el poder de asustarme?

—No es mi culpa que estés enojada con la vida —dijo, levantando los brazos.

—¡Quiero morir! —grité, frustrada.

—No, no quieres.

—¿Y tú si sabes lo que quiero?

—Sí. Quieres saber quién es el enfermo y cortarle el cuello para que tu vida vuelva a ser lo que era.

Suspiré mientras asentía.

—¡Bingo! —festejó.

Pero vio mi rostro serio, y también suspiró. Abrió sus brazos, invitándome a abrazarlo.

RAMÉ © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora