capítulo treinta y dos

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June;


Me puse de pie casi al segundo en que mis ojos se encontraron con los de él. El momento que había estado esperando por meses por fin había llegado. Me encontraba cara a cara con la persona que se había dedicado a arruinar mi vida en todos los aspectos. La persona que me había convertido en algo que no era, en algo que no me gustaba ser. La persona que hoy era el responsable de darme las respuestas del por qué. La persona que hoy, esta misma noche, tenía que hacerse cargo de todas las muertes que trajo a mi vida. Que no solo eran un atentado en mi contra, si no que afectaban de mil formas diferentes a un montón de personas que no tenían nada que ver en esta situación.

Lo miré entre enojada, nerviosa, miedosa, pero decidida. Siempre decidida. No iba a bajar un cambio, ni a echarme para atrás. No ahora, no en el momento en que todo colgaba de un hilo inestable, que podía romperse de un segundo a otro. No ahora, que nadie más tenía poder sobre la situación.

Mitchell Harris, el maldito hijo de puta, asesino, secuestrador, cruel, cínico y demás adjetivos horrorosos en los cuales no puedo pensar ahora, puso un pie dentro del salón y cerró la puerta.

—Siéntate, June —ordenó, amablemente.

—No —me negué.

—Hola, amigo —dijo, ignorándome, y dirigiéndose a Bobby, que le sonrió y le chocó el puño —. Hola, papá.

—No me digas así.

Miré sorprendida a Lee, que, al mismo tiempo, miraba a su hijo como si le decepcionara.

—Yo no soy tu padre.

Mitchell rió.

—Me parece que estamos todos un poco confundidos.

—No. Tu no —dije, aún de pie —. Tú sabes lo que está pasando. Nosotros estamos confundidos, y en desventaja.

Me miró durante unos segundos, evaluándome de pies a cabeza como si no me conociera, como si fuera la primera vez en su vida que me veía.

Ensanchó su sonrisa aún más.

—Ya veo que es lo que le gustó a Corbyn de tí.

—¿Ah, sí? —encarné una ceja.

—Si —él asintió —. Tienes lo mismo que tenía Elizabeth.

Yo miraba a Mitchell y él me miraba a mí.

Estoy segura de que él, en mí, veía a la persona a la que arruinó hace años. Él veía en mí a Elizabeth, incluso podía ver en mí a mi madre. Pero yo, en él, era incapaz de ver a Corbyn. Él no era Corbyn, y no sería nunca parecido a Corbyn.

Porque mi Corbyn no era un monstruo.

—¿Quién es ella? —preguntó Lee, mirándome.

—Soy June —dije, levantando mi cabeza con orgullo —. June Elizabeth Amery.

Lee me miró más detalladamente de lo que nadie había hecho nunca.

—Ella es...

—Sí —dijo Mitchell —. La hija de Elizabeth.

—Me estás confundiendo —dije —. Yo soy la hija de Louise.

Mitchell rió.

—¿Por qué no te sientas mejor? —prendió su celular y se fijó en la hora —Aún tenemos tiempo.

Lo miré, frunciendo el ceño.

—Yo no soy hija de Elizabeth —afirmé.

Mitchell, con toda la paciencia del mundo, no me respondió de inmediato. Fue hasta el escritorio de maestros que estaba delante de la pizarra, sacó la silla y la trajo para acomodarla frente a mí.

RAMÉ © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora