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Levantó su vista para admirar aquella catedral, repleta de colores y formas características. La catedral de San Basilio. Recordó la emoción de Argentina cuando lo vio por primera vez.

No debía preocuparse, estaba con su soldado de confianza.

Hacía años desde que se encontró con el pequeño Arge y se mudo lejos de Moscú para que sólo él supiera de su existencia. Los recuerdos borrosos del pequeño bebé siendo entregado en sus brazos revivieron como un fugaz destello. La conexión que sintió al verlo no lo había hecho con ninguno de sus otros hijos.

Cerró fuerte sus ojos para concentrarse y entender la razón por la que estaba en Moscú. Las cartas. La casa federal estaba a pocos kilómetros, donde sería recibido por sus subordinados. Hacía tiempo que no tocaba aquel lugar.

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_он вернулся _.

_¡Наша нация вернулась! _.

_все готово... _.

U.R.S.S se encontraba del otro lado de la puerta, escuchando los susurros de los oficinistas. Sólo deseaba irse de allí lo más pronto. Todos sabían que no estaba de humor con solo verlo.

Ambos soldados dieron los primeros pasos firmes hasta quedar a cada lado de la puerta y las abrieron de par en par dejando ver al hombre que se hacía presente. Alguien grande, con pelo rubio fuerte y unos ojos azules. Tenía esa marca que cruzaba todo el ojo derecho. Nadie sabía que la provocó.

Su aura intimidante se apoderó del lugar opacando a cualquiera de allí.

Se dirigió a una mujer, vestida elegante y con sus rizos rubios peinados prolijamente hacía atras. Con una mano quitó uno de sus mechones estremeciéndose ante el tacto lo que provocó una sonrisa en el mayor.

_las cartas...¿dónde están? _. Dijo a lo bajo.

_señor... _. Se escuchó por detrás. Un hombre regordete con lentes interrumpió el momento. _Андрей...está muerto _.

Su rostro cambió a uno más serio.

Se alejó de la muchacha y con disgusto se dirigió al contrario. Todos en la sala estaban en sus asuntos intentando no ver la escena que se formaba en el pasillo pero parecía inevitable, uno que otro vistazo hacía que los presentes se volteen para averiguar lo que ocurría.

_¿Cómo es posible? _. Su tono era serio.

_bueno...su cuerpo fue encontrado ayer en su escritorio, parece ser un presunto suicidio _.

Su mirada se tornó penetrante y el hombre lo tenía claro. No tenía sentido, ¿un hombre con familia y un trabajo respetable se quita la vida?

_Андрей... _.

Volteo hacia una puerta donde lo llevaba a la anterior escena de crimen. La gente a su paso se alejaba para darle espacio. No querían enojar más de lo que ya estaba.

Abrió aquella puerta encontrándose con cintas policiales y carteles indicando lo que se halló primero en la oficina.

Número 1. Siguió con la vista el cartel no más grande que su mano donde había un charco de sangre. Número 2. El arma con la que se había quitado la vida. Número 3. La ventana abierta. Apenas entró sintió el aire más fresco de lo usual. Número 4. Cartas. Había unos sobres con sellos del estranjero y en ruso.

Dió varios pasos hasta quedar frente del escritorio y tomó sobre sus manos lo que serían 3 cartas sobre noticias del exterior y políticos.

Salió de la oficina y se dirigió a la puerta principal.

_señor... _. Se escuchó por su espalda. _¿Cuándo volverá? _. Preguntó con referencia sobre su huída hacia Kamenniki, un pueblo desolado. Parecía preocupado. Últimamente no iban las cosas bien en la Unión Soviética.

_no lo sé...mientras tanto sigan con lo de más. Seguiré con la administración de la nación en Kamenniki. _.

Las puertas se volvieron a abrir de par en par y tan rápido como vino se marchó del lugar.

Vio su reloj, eran las 12p.m. Se quedaría en un hotel y volvería a Kamenniki mañana por la mañana con un presente para el pequeño.

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