Habían cenado, pues resultó que Alejandro no divulgó lo que había ocurrido en la ausencia del soviético. No fue la gran cosa. Pasaron el rato, bebieron y hablaron.
El menor ya estaba de vuelta en su cama, en la habitación donde años había estado. Mirando su ventana la cual estaba empañada por el frío invierno ruso. Deseaba muchas cosas, después de todo, seguía siendo un niño, pero sentir un hogar caliente sería algo difícil de encontrar.
Ambos mayores estaban fuera de la cabaña, bajo techo, mirando la noche helada. El humo del cigarro hacía más tolerable el momento, a pesar de sus uniformes grandes y ushakas, podían sentir el frío penetrar sus ropas hasta sus huesos.
_ya sabe todo _. Alejandro solo recibió una mirada de U.R.S.S.
El solo miraba las estrellas. En lugares fuera de las ciudades eran más fáciles de ver.
_no puedes hacer nada... _. Dió una última calada a su cigarrillo y lo tiró en la nieve. _no eres su familia y no debería estar aquí _. Metió sus manos en los bolsillos y miró al contrario. _Leonidas...tu obsesión no te ayudará dejar el pasado _.
El soviético se limitó a verlo por unos segundo y seguir concentrado en el sabor de su cigarrillo.
Alejandro cerró sus ojos y suspiró. A veces su jefe era más terco de lo que creía.
_Aquel niño no llenará tu vacío. Él no está más. Augus- _.
Agarró su camisa con fuerza mientras apretaba con sus dientes el cigarro en su boca. Apenas levantaba los pies del contrario.
Intentó mantener su perfil tranquilo pero los ojos ardidos del mayor lo hacían temblar.
_no vuelvas a mencionar su nombre porque te juro que te enviaré a la frontera de Berlín y te maten como un cobarde _. Dijo en un tono agresivo.
Trago duro y fue relajando su cuerpo cuando sintió su agarre disminuir.
Se vieron por última vez.
Alejandro bajó los escalones hasta pisar la nieve. Con su rostro escondido salió caminando hasta el sendero del bosque. Del otro lado estarían sus subordinados para llevarlo a su casa. Cumplió su deber.
Quería estar con su esposa e hijas. Era navidad, no debía de estar tenso.
U.R.S.S solo entro en la cabaña.
¿Cómo lo dejaría ir? No podía hacerlo. Lo amaba. Podía asegurar por su nación que Argentina era la reencarnación de su amado. No podía dejarlo ir. Debían estar juntos.
Camino con pisadas suaves, no se oía nada excepto el rechinar de la madera en sus pies. Se apoyó en el marco de la puerta y lo vio. Sus mechones sobresalen de las mantas, era lo único que podía ver de él.
Se acercó hasta su cama, se sentó delicadamente y acarició su cabeza.
_eres malo fingiendo _.
Levantó su cuerpo junto a las sabanas bruscamente y vio la sonrisa burlona del mayor.
_y vos sos malo mintiendo _. Respondió.
Su vista se suavizó. Amaba verlo, cada facción, acento y movimiento.
Acomodo sus rulos y bajó su mano hacia el rostro del pequeño.
_mi tan esperado regalo? _.
U.R.S.S sonrió y salió en busca del pedido.
Al tiempo volvió con unos libros envueltos en papeles decorativos.
La única luz de la lámpara daba al niño, quien gustosos abría su presente. En la ventana podía ver los copos de nieve y la gran luna que iluminaba el oscuro y profundo cielo. Después de todo, no fue una muy mala navidad.
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𝚄𝙽 𝚅𝙸𝙴𝙹𝙾 𝙼𝚄𝙽𝙳𝙾 𝙿𝙰𝚁𝙰 𝚄𝙽 𝙿𝙰𝙸́𝚂 𝙽𝚄𝙴𝚅𝙾
Historical Fiction¿Qué harías si estuvieras desde que naciste encerrado con un hombre que te oculta del exterior? Escapar, obvio, es instinto querer vivir de otra manera, ver las cosas de otra manera, sentir las cosas... de otra manera. Argentina vivió con U.R.S.S d...