Gimnasia, masajes, y dolor.

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Quizás realmente mi cuerpo estaba muy tenso, nunca había ido a un quiropráctico, pero justamente las películas hacían ver como que una sesión de masajes era buena, y quizás mi cuerpo se había llenado de estrés desde que empecé a jugar al héroe.

Por recordar viejos momentos decidí revisar noticias en redes sociales, pero al parecer todo era igual de aburrido que antes del apocalipsis, con noticias sobre productos de marcas superando otras marcas por ser furry-friendly, alguna funa a algún crítico por ser racista, clasista, o el nuevo término: especista.

Nada que requiera mi fuerza fénix o algo así, lo que me alegraba, pero de cierta forma me hacía extrañar esa carga de adrenalina.

-Lo mejor es que disfrute de estos días aburridos en ese aspecto, porque si llegan a necesitar de nuevo que haga cosas como esas en ese momento voy a extrañar lo aburrido de hoy- me dije a mí misma saliendo de la casa, encontrándome a Lety en su camioneta, con Gilly en el asiento de al lado sacudiendo su mano para saludarme.

-¿Estás lista?- preguntó la gacela.

-Me sigue pareciendo increíble que irme a relajar a un spa sea parte de mi trabajo- dije subiendo con mi maleta a los asientos de atrás, notando la maleta de Lety y la de Gilly.

-Acostúmbrate- sugirió Lety, pero se sentía como firmar un contrato con el diablo para volverse alguien engreído y quizás muy... "fresa".

-Pero no demasiado, los actores y actrices más queridos son los más humildes- agregó la panda.

-Sí... lo sé, juro que la mitad de mi primer sueldo se va a la caridad- aseguré imaginando una paga sumamente alta.

-Bien dicho- murmuró mi representante antes de ponerse cómoda en su asiento mientras nos dirigíamos a zonas más boscosas donde se encontraba un spa bastante atractivo.

Una vez adentro no podía creerme que estaba ahí, saludando a la persona en la entrada que nos dio la bienvenida, Lety se encargó por completo de las peticiones, señalandome de vez en cuando como si estuviera chismeando con la dueña, que asentía repetidas veces, la chica desapareció tras unas puertas corredizas por unos momentos.

-¿Qué le dijiste?-

-Ah bueno, solo especifiqué los cuidados que necesitas antes de comenzar nuestro entrenamiento- respondió.

-Oh, ¿Entonces haremos el entrenamiento hoy mismo?-

-Claro, el tiempo es oro-

-Yo me iré a relajar en las aguas termales después del masaje- afirmó la panda.

La mujer regresó acompañada de algunos masajistas, asignando a un par que me llevaron por un pasillo a un cuarto, una de ellas era una dragona mientras que el otro parecía ser un perro futanari... ah de mi suerte.

Me tuve que deshacer de mi ropa, quedando sólo en ropa interior, y para sentirme más cómoda me entregaron una toalla con la que me cubrí hasta la altura de mis pechos, acostándome en la camilla primero boca abajo, metiendo mi cara y acomodándola en ese agujero acolchado especial para mantener una postura recta... aquí comenzó el infierno.

-¿Lista?- preguntó la dragona.

-Claro que s-¡¡¡ASUMADRE!!!- exclamé al sentir cómo torcieron uno de mis brazos y este tronó, por un segundo pude dejar de sentirlo, lo que en parte me asustó y me hizo exclamar aquellas palabras en algo que yo estaba seguro fue en español.

-Tranquila, relájate, sabemos lo que hacemos- aseguró la futanari.

-OH NO LO DUDO- dije antes de otro doblez en mis piernas.

Ms. Lullaby Donde viven las historias. Descúbrelo ahora