Cap. 26

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Sam

Estaba en el asiento de atrás del auto mientras recordaba la noche. Sin contar la visita de Curtis, toda la noche me pareció fenomenal. Solo fue una película, pero fue la compañía lo que más me encantó.

Stella. Con esa sonrisa y sus ojos oscuros viendo la pantalla.

Empezamos cursis.

Tomás conducía en silencio mientras yo miraba por la ventana. Cada minuto, los departamentos que poblaban esa parte de la ciudad iban desapareciendo, dejando ver pequeños espacios verdes que anunciaban la llegada a la zona donde residía.

Estaba pensando, ¿Cómo es que alguien como Stella nace de tanto sufrimiento? Había pasado por un infierno, sufrido en él, y aún así ella era algo fenomenal. ¿Cómo lo hacía?

Recordé en ese momento una historia, la del ave fénix. Muchas culturas lo habían nombrado en sus leyendas y mitos, de diferentes maneras, pero todas llevaban al mismo punto. El Fénix, un ave majestuoso que le llega un momento en dónde es consumido por el fuego, por la muerte y el sufrimiento hasta quedar hecho cenizas y polvo; pero este no es el final del Fénix, sino que este renace, con más vida y hermosura que antes, listo para seguir su vida y seguir deslumbrando los cielos con la belleza de sus plumas doradas.

No pude evitar comparar esa historia con su vida. Ella era hermosa, deslumbrante, siempre reflejaba una luz que te hacía sentirte rejuvenecido, como si fueras inmortal...pero no siempre había sido así. La habían lastimado, la habían vuelto cenizas, y aún así siguió su vida y volvió a brillar como una estrella.

Bella como una rosa.

Viendo ese lado de ella, el vulnerable que se volvió tan hermoso, no puedo evitar sentirme mal. Ella claramente no merecía nada de lo que le pasó. Ese aislamiento, ese dolor, nada de eso debió pasar en su vida. Debió estar en casa, con sus padres y hermano, tocando la guitarra hasta que tuviera que ir al bachillerato.

Debió ser feliz en ese periodo de su vida. Me chocaba pensar que mientras yo estaba quejándome de no tener atención de mi padre, ella estaba en la casa de un criminal siendo violada. Me dolía pensarlo.

—¿Cómo le fue en su cita, señor? — Preguntó Tomás sin despegar la vista del camino.

—Fue increíble. Gracias por preguntar — Dije sonriendo.

—Es bueno ver qué esté bien, y me alegro que haya encontrado a una chica buena. — Movió el volante para un lado y dimos vuelta en la esquina. La mansión Heist se mostró ante nosotros, imponente como siempre— No había tenido una salida así desde...

Desde atrás y a través del retrovisor pude ver cómo Tomás abría los ojos y cerraba la boca. Si, sabía a qué se refería. Le agradecía que no hablara del tema, aunque ya no me afectara tanto. Lo miré aburrido, demostrando lo poco que me interesa dicho tema.

—Tranquilo Tomás, puedes decir su nombre; tampoco es que la vayas a invocar.

—Perdoneme señor, no pretendía...

—Ya no me afecta, en serio. Ya pasaron dos años desde entonces. Dudo que quede en mi corazón algo de rencor hacia ella.

Tomás no parecía convencido, y lo entiendo en serio. Yo tampoco me creería frente a nuestra situación. Recuerdo que cuando sucedió, caí en un ataque de ansiedad horrible, tan grave que mi padre tuvo que intervenir. Si, mi padre, el mismo que casi no le importaba mi existencia. Tan grave fue en su momento.

Pero ya todo estaba bien.

Soy parte de tu mente y no se si creerte.

—Si quieres cambiamos de tema. — Le dije viendo hacia la ventana.— Pareces incluso más incómodo que yo.

Eres la Estrella de mi UniversoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora