Cap. 29

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Stella

Después de la maravillosa noche que fue el evento de caridad dónde Sam me invitó, decidimos alejarnos un poco de lo que es la gente de dinero y cosas así.

Lo dice la que está saliendo con un rico.

Lo curioso del asunto fue que el de la idea era Sam, ya que decía que no quería que alguien como Camila o su padre me tratarán mal de nuevo. Se sintió hermoso cuando me dijo eso.

En fin. Fuimos al cine una segunda vez, también fuimos a comer a un puesto de hamburguesas (recuerdo lo chistoso que se veía Sam intentando no mancharse de salsa), y también visitamos un museo.

Tuve una presentación en la academia en dónde hice un solo con la guitarra acústica. Fueron mis padres, Liam, Sabrina, Steve y...Sam. Nunca había visto a alguien viéndome tocar así, sentí una confianza enorme cuando sus ojos brillaron al terminar la canción, era como si estuviera viendo a un ángel. Me gustaba pensar que yo era ese ángel el cual lo dejaba boquiabierto.

Cada noche, sin falta, me daba un regalo. Había veces que no podía ir personalmente y mandaba a Tomás para hacer de repartidor. Había veces que creía que Tomás se molestaba al ser intermediario entre dos jóvenes enamorados, pero después me di cuenta que le agradaba tener a alguien que hiciera feliz a Sam. Eso me gustaba, que la gente viera que Sam era feliz, y más que fuera por mi.

Se que suena feo, pero eso me subía el ego bastante.

Nos veíamos varias veces a la semana, había veces que pasaba las tardes en mi casa. Habíamos llegado al punto en que mi madre me preguntaba si Sam nos iba a visitar ese día para hacer galletas (si, adivinaron, Sam se había enamorado de las galletas de mi madre).

Cuando le conté a Sabrina lo que había pasado en el jardín, no pudo contener la emoción. Literal se estaba volviendo loca en mi propia habitación, y no era para menos. Es que esa noche fue...mágica.

Recuerdo que fue tan dulce, tan amable. No me forzó a nada que no quisiera y no apresuró nada en ningún momento. Me dejó ir a mi ritmo, y eso me encantó. Después de que acabamos esa noche, se quedó conmigo allí en la maleza, abrazándome con cariño y dándome pequeños besos en la frente.

Me sentí amada. Por primera vez, me sentí amada genuinamente.

A veces me preguntaba si de verdad él podía existir. Digo, él era tan perfecto, tan bueno, que ni siquiera podía ser real. ¿Todo esto será un sueño? Si llega a serlo, de verdad no quiero despertar jamás. Si llego a despertar en algún momento y Sam no está ahí, no pretendo seguir viviendo.

Es como un sueño viviente.

Ese día habíamos salido a comer helados, y esta vez los había invitado yo. Si, él tiene miles de dólares en su cuenta bancaria y yo invite los helados; pero es que tampoco me parece justo que siempre sea él el que invite en todas las salidas, me hacía sentir como si fuera una niña consentida.

Tampoco es que le moleste mucho.

Si, pero igual. No me gusta parecer interesada.

La verdad es que los helados no era muy caros, entonces decidí gastar un poco del dinero que había ganado en los bares con los muchachos y consentir un poco al Principito.

Él había pedido de chocolate, yo de chicle.

Mientras comíamos nuestros helados paseamos por el parque. El mismo parque en el que me vio tocar por primera vez, y en dónde leí sus poemas con más detenimiento. Él mordió su helado mientras veía el camino, pero su agarre en mi mano no menguaba. Yo lo veía, como mordia su helado; y si, he llegado a ese nivel de cursilería.

Eres la Estrella de mi UniversoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora