Cap. 25 (Parte. II)

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Continuación...

Caminamos por las calles de la ciudad a la vista de los transeúntes. Gente de todos los tamaños y formas pasaban por nuestro lado, pequeños animales callejeros pasaban al lado de nuestros pies. Los autos iban, los autos venían, de todos los colores, un poco oscurecidos por la oscuridad de la noche. El cielo estaba completamente negro, sin luceros; esto dejaba a la Luna sola, errante, tan hermosa como siempre, pero si sus bailarinas celestiales. Solo estaba ella, viéndonos a todos con su mirada color plata.

Aún mis dedos estaban entrelazados con los de Sam, dándome una sensación de calidez muy agradable, no solo en la mano, sino en todo el cuerpo. Una sensación de comodidad, una sensación de estar en casa. Era raro. ¿Podría explicar esto con lógica? No lo creo.

Ninguno dijo nada, estábamos ausentes pero a la vez notamos nuestra presencia mutuamente. Me sentía como el gato de aquel científico que nos había hablado uno de mis profesores del bachillerato, aquel con un nombre raro. Me sentía existiendo y a la vez no, como en un estado existencial no pleno.

Él debería sentirse igual que yo, ¿No? Es poco probable que todo esto esté pasando por mi mente y él esté tranquilo. Tenía que sentir lo mismo que había en mi pecho, ese calor inmenso que hacía que mi corazón se derritiera, esa calidez en el cuerpo que me hacía sentir tan bien.

Él se notaba tan natural, tan fresco, pero eso solo era lo exterior, lo superficial. Lo que importaban eran los detalles. Ese pequeño temblor en la comisura de sus ojos, el hecho de que se chupaba el labio una y otra vez. Todo eso significaba que estaba de la misma forma que yo. O al menos eso quise pensar.

¡Pero deja de pensar tanto! Vas a terminar en coma por tanto estrés.

Ninguno dijo palabra, solo caminamos en silencio por la oscura acera, que solo estaba iluminada por algunos faroles que emitían una luz leve.

—Y...¿Que te pareció la película? —Pregunté para romper el hielo.

Yo sabía la respuesta a eso. Se había muerto de miedo con cada escena, y aunque su ego de machito no lo quiera admitir, estoy segura que no hubiera podido ir a ver esa pelicula solo.

Principiante.

No dió tanto miedo...— Contestó él.

Yo me tuve que detener y verlo bien. ¿Que no dió tanto miedo? ¡Pero si lo había visto! ¿Acaso...se quería hacer el machito conmigo? No mames, esto era divertido. Él volteo y noto mi cara de incredulidad, a lo que él simplemente dijo:

—¿Qué? — Con cara divertida.

—¿No te dió miedo? ¡Pero si te vi aterrado!

—A lo mejor...viste mal.

—Ay si, como no — Dije riéndome y negando la cabeza— Ya te he dicho que no tienes por qué hacerte el machito conmigo. Me encanta que tengas sentimientos.

Su rostro se puso rojo como un tomate. Adorable, tal y como el primer día. ¿Estaba avergonzado? ¿Había dicho algo malo?

Literalmente le bajaste su orgullo masculino por los suelos.

Nah, Sam no tiene de eso.

—He visto cosas peores — Trató de seguir mintiendo mis ojitos cafés.

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