Cap. 31

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Stella

La mansión de los Heist era verdaderamente grande. Rodeada de jardines que daban tranquilidad y cubierta por una pintura marfil que me sorprendía que siguiera limpia. Lamentablemente nada me causaba tranquilidad.

Sam estaba secuestrado, ¿Quien sabrá las cosas que Snake le puede hacer por diversión? Y ahora estaba en la puerta de los Heist junto a mi padre. Me había imaginado que la primera vez que los conociera sería en una cena tranquila o alguna merienda, no para informarles que su hijo lo habían raptado mientras estaba conmigo.

Apenas me di cuenta que Sam no estaba conmigo en dónde desperté, corrí hacia mi casa para avisarle a mi papá. Recuerdo que llegue llorando, y estaba tan histérica que me tuvieron que sentar para entender alguna palabra de la que decía.

Mi padre decidió hacerse cargo y mando a los oficiales que pudo para que dieran rondas por la ciudad. Les describí los autos, pero de igual manera no ayude de mucho ya que eran muy comunes. Tenía miedo, tengo miedo.

Dijo que vendría a la casa de los Heist para darles la noticia ya que Snake podría llamar para pedir un rescate o algo parecido, y aunque no lo hiciera, ellos tenían que saber.

Mi padre tenía su cara profesional de policía, la cual debía tener para no ser afectado por las emociones de la familia. No sé si yo podría tener esa dureza. Eran pésimas noticias para esta familia, un psicópata sin humanidad capaz de hacer cualquier cosa sin tener compasión.

Al tocar el timbre una melodía recorrió la casa y el eco me hizo notar que incluso era más grande de lo que se veía a simple vista. Mi padre me miró y trato de darme tranquilidad con su mirada, pero no funcionó.

Nada funcionaría.

Lo habían secuestrado por mi culpa. No sabía cómo estaba, y no era algo mío tener esperanzas; pero quería tenerlas, no podía aceptar que estaba malherido o muerto. Pensar que estaba muerto me daba un escalofrío por todo el cuerpo.

¿Por qué se lo habían llevado a él? ¿Por qué no a mi? ¿Qué tiene que ver Sam en todo esto? Preguntas iban y venían por mi mente e impactaban en mi cerebro como balas. Me dolía la cabeza, los ojos me ardían por las lágrimas que había soltado. Si, había llorado, como una Magdalena.

Solamente escuchar su voz. Solamente eso necesitaba para tranquilizarme un poco, saber que estaba bien, que estaba vivo, que había la mínima esperanza de volver a ver esos ojos cafés.

La puerta se abrió y una señora mayor nos recibió. Su cabello blanco y su rostro inocente te hacia recordar a las monjas de algunos templos apartados, mujeres que te hacían sentir con solo su mirada. La señora nos mostró una sonrisa y nos saludó.

—Buenas noches, ¿Los puedo ayudar en algo?.— Su voy era dulce como la miel y delicada como un jazmín. De alguna forma, me hizo tranquilizarme un poco.

—Buenas noches señora, ¿Es este el hogar de la familia Heist? — Dijo mi padre con su gruesa voz, mostrándose lo más profesional posible.

—Es correcto, ¿Son conocidos del señor Heist? — Preguntó. — No me había avisado que tenía visitas.

—No señora. Soy el oficial Michael Parker, y quisiera hablar con el señor Heist y su esposa si es posible.

Eres la Estrella de mi UniversoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora