Saerom se despertó con el ruido de la alarma, la apagó con los ojos aún cerrados y se tomó su tiempo para despertarse de verdad. Tocó a su lado, donde se suponía que Sunghoon dormía, pero no sintió nada, se dio vuelta y no lo vio allí. Ella se levantó alarmada, pero volviendo los ojos lo vio en el balcón y suspiró, caminando en su dirección.
Lo vio de espaldas, mirando hacia la calle, vestía una camiseta de manga larga y su pantalón de pijama. Ella le rodeó la cintura con los brazos y apoyó una de sus mejillas en su espalda mientras el olor a cigarrillo llegaba a sus fosas nasales.
- Buenos días - susurró, su voz salió más tranquila de lo planeado - ¿Qué estás haciendo despierto a esta hora?
Sunghoon apoyó su mano libre sobre las de ella y dio una calada al cigarrillo que sostenía entre los dedos de la otra.
- Quería fumar.
Permanecieron así durante unos segundos, Saerom escuchando débilmente los latidos de su corazón, sintiendo su pecho hincharse con cada bocanada. Se sentía tan tranquila sólo en su presencia, como nunca antes se había sentido. Y Sunghoon sentía lo mismo.
Con Saerom a su lado, Sunghoon se olvidaba de todo. Su pasado, sus inquietudes, de él mismo.
Se convirtió en un fantasma, asintiendo con la cabeza a la música que escuchaba, riéndose de los chistes malos que contaba, ahogándose en su presencia.
Por una vez en su vida, Sunghoon estaba genuinamente feliz.
No necesitaba fingir que sabía lo que estaba haciendo. No necesitaba actuar como si tuviera 25 años cuando apenas tenía 18. Con Saerom, podía incluso sentirse como un niño de 5, y eso estaba bien.
- Lamento lo de anoche - dijo - otra vez.
- No tienes que disculparte - murmuró, asegurándose de que él pudiera escucharla y abrazándolo aún más fuerte.
Anoche, al igual que las noches anteriores, Sunghoon tuvo un mal sueño que le hizo despertar con un ataque de pánico.
Fue uno de esos días en los que su mente empezó a jugarle malas pasadas, culpándolo de cosas que estaban fuera de su control. Las lágrimas le picaron en los ojos y el aire se sentía tan pesado que era casi imposible respirar.
Enjaulado entre las mantas, Sunghoon se obligó a dormir, pero sus demonios comenzaron a murmurarle cosas.
Al principio los oía distantes y Sunghoon dejó de respirar; temía que si lo hacía sería escuchado. Pero aun así no desaparecieron, sino que se hicieron más fuertes, más cercanos y más malos.
Le susurraron como si fueran el viento, lo persiguieron como si fuera una presa, lo arrojaron a los abismos de la oscuridad como si perteneciera allí.
Las palabras confusas atravesaron su corazón, envolviéndolo en espinas que le pincharon los dedos mientras intentaban sostenerlo. Sintió frío. Su respiración se volvió irregular, frenética, como si una mano invisible se aferrara a su garganta y el aire se volvió tenso y quedó aturdido.
Hasta que el calor lo abrazó, acompañado de un suave susurro, lo suficientemente fuerte como para dominar los murmullos incoherentes.
- Estoy aquí, Sunghoon. Estoy contigo.
Sunghoon abrió los ojos, pero todo lo que pudo ver fue una silueta borrosa frente a él y se dio cuenta de que había estado llorando.
Parpadeando varias veces pudo concentrarse en el rostro de Saerom, sintió su mano secarle las lágrimas mientras su visión se adaptaba a la tenue luz de la lámpara.
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~𝑺𝒐𝒇𝒕𝒄𝒐𝒓𝒆 || 𝑷𝒂𝒓𝒌 𝑺𝒖𝒏𝒈𝒉𝒐𝒐𝒏 ღ
Hayran KurguLos superiores del instituto de Seúl consideran inaceptable que el nuevo alumno, a quien el director insistió en admitir, tenga malas notas y deciden enviarle un alumno para que desempeñe el papel de tutor. Baek Saerom es la que tiene mala suerte.