CAPITULO 1

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ROSALINE

- Señor, rápido, a la Quinta Avenida, ¡por favor, rápido! – exige, lo que creo que será un loco, mientras se apresura a subir por la puerta del copiloto al taxi. ¡Mi taxi!

Volteo a verlo mientras lo acuso con la mirada.

-        Soy una chica, por si no has visto.

-        Lo siento. Señorita, ¿podría apurarse?

Ok. Primero, este chico se sube a mi taxi exigiendo como loco. Segundo, me llama señor. Tercero, interrumpe mi almuerzo, mi sopa instantánea se enfría mientras este idiota me hace perder el tiempo. Mientras enumero las razones por lo cual podría ahorcarlo en este instante, su voz interrumpe mi cerebro y mi mirada de odio.

-        ¿Lo hará o no?

-        Niño, estoy en mi hora de comida, el auto no está estacionado en este maldito callejón por la hermosa vista y el esplendoroso olor.

-        ¿Entonces no me llevará?

Su celular suena antes de que pueda darle un "no" más directo, lo veo sacarlo mientras contesta, su volumen es tan alto que me hace comprender por qué no ha entendió mis negativas. Está quedando sordo.

- ¡Maldita seas, Jax! - Estoy a punto de correr al chico y su ruidoso teléfono, cuando dice algo que siempre hace que olvide el hambre o cualquier cosa que este haciendo o sintiendo -. Ella está a punto de casarse y aún no apareces, ¿acaso no piensas impedir esta jodida boda?

¿Han escuchado el refrán que dice "del odio al amor hay un solo paso"? Pues dejen y les digo que ese paso se le llama nada más y nada menos que:

CHISME.

Durante toda la historia de la humanidad, los más grandes enemigos de la historia que se odian terminan cediendo, aunque sea unos minutos, para escuchar alguna historia o información importante. Un claro ejemplo de esto es Patricia y el cuartel en Betty La Fea. Sin duda el chisme es el pegamento universal del mundo. Por eso, en cuanto escuché esas palabras por el teléfono, prendí el auto, olvidando mi enfado y mi mal humor.

-        ¿A la quinta avenida dices? ¿Te importa si me guías? Es que no sé bien por dónde.

-        ¿¡Qué!? ¿No eres taxista?

-        Si, pero acabo de mudarme y solo conozco hasta la cuarta avenida.

-        No está en la quinta avenida, así se llama. ¡Y no existe nada como la cuarta avenida! – Exclama, exaltado. Su teléfono vuelve a decir algo, solo que esta vez no puedo escuchar lo que mencionan al otro lado de la línea -. Voy para allá, haz lo que sea necesario, pero no dejes que comience hasta que llegue y hable con ella – dice, colgando la llamada –. Lo mejor será que tome otro taxi.

-        ¿A esta hora? Lo dudo mucho, pero tal vez llegues caminando.

Persuadirlo es mi única opción, no me puede dejar así.De este carro no se baja así tenga que secuestrarlo.
Suspira resignado mientras se coloca el cinturón de seguridad. Con una sonrisa de victoria, dejo mi sopa instantánea en el porta vasos y me coloco mi cinturón.

-        Bien, ¿es por el restaurante chino-japones?

-        No.

-        ¿Por la dulcería que siempre tiene el letrero de "2x1 solo hoy"?

-        ¡No!

-        ¿El reloj Chueco?

-        ¡No!

-        ¿Entonces por dónde? ¿Es más lejos que el salón de disco futurista del parque Patrick?

-        ¡Si!

-        Con razón – contesto, apenada-, hasta ahí he llegado, por eso no lo conozco.

-        ¡Por Dios! Cámbiate de lugar, yo conduciré.

-        ¿Pero aun así me pagarás?

Fastidiar es mi pasión. Estoy tan intrigada que lo haría hasta gratis.

-        Si, ahora quítese, ¡vamos!

Sin bajarnos del auto, intercambiamos de asientos para que él pueda conducir a quien sabe dónde. Va muy rápido, lo primero que hizo en su nuevo lugar fue acelerar como loco. Si voy a morir, al menos quiero saber qué sucede.

-        ¿Por qué tanta prisa?

-        El lugar está a una hora, con suerte, y será peor porque hay mucho tráfico.

-        No lo preguntaba tan literal, sino más en el sentido de qué iras a hacer –. Él permanece en silencio, tocando la bocina y gritándole a los autos como si eso hiciera que fuéramos más rápidos.

-        No hay tiempo para eso. 

-        Pues en lo que llegamos puedes contar todo, además, mira al frente - con una seña de manos le resaltó lo obvio -, estamos a nada de llegar a esa tráfico y mínimo, otros diez minutos más. Así que eso abona minutos extras para que me cuentes.

Achica sus ojos tratando de ver. A una cuadra, el tráfico está detenido completamente. Mientras exhala derrotado, llegamos hasta el punto donde no hay retorno para el tráfico.

-        Tengo que impedir una boda.

-        ¿De quién? ¿Por qué?

-        No hay tiempo.

-        Si lo hay, el tiempo del camino.

-        Está bien, pero guarde silencio y no me interrumpa.

-        Va, ni pío. Pero no me hables de usted, se nota que soy más joven que tú. Hola, me llamo Rosaline, tengo diecinueve años, mi color favorito es el rojo, me gustan los gatos y soy excelente manejando el yoyo y... eso es todo por ahora.

-        Jax, veintiocho, no tengo color favorito, team tortugas, odio los yoyos.

-        ¿Qué te hicieron los yoyos para merecer tu odio? Ya son dos historias a contar, ¡eh!

Jax rueda los ojos mientras comienza su relato.

-        De hecho, son historias enlazadas.

-        Pues comienza, ¿gustas fideos mientras no manejas?

-        No, gracias. Es tu desayuno.

-        Está bien, tómalos. Detesto los fideos instantáneos.

-        ¿Entonces por qué...?

-        Tú primero – digo, interrumpiéndolo y evitando su pregunta.

-        Está bien, ponte cómoda.

Rosaline al volante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora