ROSALINE
- Ella se llamaba Seori, era de aquí. La conocí en la universidad, unos meses después de que mis padres fallecieran – relata, el abuelo –. Fueron meses difíciles. Mis padres y yo éramos muy pobres, así que desde temprana edad comencé a trabajar. En la universidad obtuve una beca, pero aun así ellos me ayudan, poquito, decían ellos, pero para mí era mucha ayuda y apoyo. Murieron en un accidente, sin nadie llevado ante la justicia. Sufrí mucho y estaba solo, no pude llorar ni expresar mi dolor porque tenía que trabajar y estudiar, por suerte, uno de mis profesores me dio sus horas para resolver el funeral de mis padres.
El abuelo suspira, mientras observo como lágrimas se asoman en sus ojos.
- Ese semestre, los días jueves eran solo seis horas de su materia. Así que fue el tiempo que use para poder hacer tramites, velar, enterrar y llorar a mis papás. Solo me movía por inercia, iba y hacia lo que tenía que hacer, hablaba lo necesario con quien debía y eso era todo. Yo no vivía. Hasta que llego ella, Seori – una sonrisa traviesa se escapó de sus labios –. Desde que la conocí, el tiempo que pasaba con ella era como un guiso caliente de la cocina de mamá, como un cuadro bello. Toda ella era reconfortante y calidad, era un sol, un abrazo del viento.
El sol entraba por el gran ventanal del local donde estamos tomando el desayuno, los rayos del sol impactaban en su rostro, iluminándolo. Propuse cambiarnos de lugar al entrar, pero el abuelo se negó diciendo que es su lugar favorito y no nos hace mal tomar vitamina D.
- Sus padres, mis suegros, eran ricos. Cuando le propuse a Seori ser mi novia, me los presento. No te mentiré, estaba aterrado, sudaba como puerco. De los nervios, tire un jarrón de no sé cuántos millones de pesos ja, ja, ja. Ahora me río, pero en su momento quería llorar.
Suelto una carcajada al escucharlo e imaginar la escena, siendo acompañada por él.
- En ese entonces había una novela famosa, con una situación similar a la mía. Chica rica, chico pobre. La familia trataba de separarlos y no lo aceptaba, le hacían la vida imposible. Creí que ese sería mi caso, pero no. Seori y sus padres eran unos santos. Siempre me brindaron apoyo y amor, yo fui un hijo más para ellos.
- ¿Les puedo ofrecer algo más? – Pregunta, la mesera.
- Mmm... ¿tiene ese pastel de chocolate que es enorme?
- El imposible, sí, señor.
- ¿Te gustaría compartirlo conmigo, Ros?
- Si, por favor.
La señorita se fue tras el nuevo pedido.
- ¿Si te gusta el chocolate?
- Es el único sabor de pastel que me gusta. ¿A quién no le gusta?
- A Diego.
- ¿Su hijo?
El abuelo asintió ante mi pregunta. No paso mucho cuando la mesera volvió con una rebana de pastel gigantesca, se me hizo agua la boca de tan solo verla.
- Espere, abuelo, ¿no le hace daño?
- De algo hemos de morir, Ros.
Le di la primera probada a la rebana. ¡Dios! Esto es el paraíso. Cada mordida era la gloria misma.
- ¿De qué murió su esposa?
El abuelo dejo su tenedor a un lado.
- Perdón, no quise ofenderlo.
- No, no lo hiciste. Es solo que fue algo duro.
- ¿Algún día desaparece?
- ¿Qué cosa?
ESTÁS LEYENDO
Rosaline al volante
HumorRosaline trabaja en un taxi por mero placer, o al menos eso dice. Desde su primer día se da cuenta que no será un trabajo sencillo, pues desde el momento en que hace su primer viaje, se ve involucrada a más no poder en la historia de su pasajero, p...